martes, 15 de septiembre de 2020


 

¿Cómo se proclama la Plegaria eucarística?

Si la Santa Misa es una gran plegaria de la Iglesia a Dios Padre misericordioso ofreciendo el Sacrificio del Hijo, y en esta la parte central de esa oración es la Plegaria eucarística, entonces podemos concluir que es el núcleo de toda la acción litúrgica. Está compuesta por las palabras santas que no las puede proclamar sino aquel que ha recibido el sacramento del Orden. En esta entrada quiero reflexionar cómo se deberá de proclamar esta plegaria en la liturgia, por parte del ministro ordenado.

Esta compuesta de prefacio, de la epíclesis, el relato de la Institución, las intercesiones y la doxología; se entiende como una unidad de acción, no puede ser interrumpida ni cambiada, se dice sólo una vez en cada misa. La estructura básica se encuentra ya en los Sacramentarios del siglo VI y era denominada “prex canonica”

Antes de la reforma del Concilio Vaticano II se proclamaba a media voz, como un murmullo, en señal de reverencia y de respeto, pues eran las palabras santas que no se podían recitar de cualquier manera; la recitación de esta gran plegaria nos introduce en el misterio del sacrificio de Jesús en la Cruz, por eso es el ministro ordenado el que la puede recitar, pues las proclama en persona de Cristo Cabeza de la Iglesia. Nadie se puede atribuirse el “yo o mío” que esta plegaria contiene, esas expresiones hacen referencia al yo del Señor Jesús, que es el que las pronuncia a través de su ministro.

También en el rito romano antes del Concilio, sólo se recitaba la Plegaria eucarística primera o Canon Romano, que data del siglo VII, como una señal de la continuidad de la celebración a través de los siglos. Repetición de las mismas palabras en todas las misas no para caer en la rutina y en el aburrimiento sino para generar una mayor profundización en su significado. En la legislación litúrgica actual no se permite ningún canto ni acompañamiento musical durante la misma. En el rito oriental se cierra el iconostasio (una especie de biombo delante del santuario-altar) para apartar a los ojos de los hombres el momento de la recitación de las palabras sagradas de la plegaria eucarística.

Hay que recitarla con mucha reverencia, con claridad, con gravedad, con santo temor de Dios y tienen que ser una proclamación para que se perciba que es el Señor Jesús el que las pronuncia en su acción sacrificial. Este es uno de los aspectos más importantes del “ars celebrandi” que deberá practicar el sacerdote en el momento de su servicio litúrgico, de modo que su recitación solemne y piadosa de la Plegaria eucarística permita a la asamblea rezar, hacer silencio interior y descubrir la presencia misteriosa de su Señor que se hace sacrificio redentor. Incluso si durante la celebración no se entienden bien algunas palabras, eso puede generar una atmósfera de recogimiento ante el misterio que se está realizando ante nuestros ojos.

Para ello no basta que sea una mera teatralización en la acción litúrgica, es verdad que algo de ello deberá tener, pero sobre todo el ministro lo lograra con la meditación frecuente hecha oración de las palabras que tiene que pronunciar en la celebración, tratando él mismo de ahondar en su significado, tratando de interiorizarlo, haciendo suya esta plegaria que lo unirá a la oración sacerdotal de Jesús el Señor para dejarse trasformar por El.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

 





“Epíclesis” o invocación al Espíritu Santo

En el libro de los Jueces (6, 37) Gedeón pide una señal a Dios de que por su medio va a salvar a Israel y le pide que moja el vellón que va dejar sobre la pradera toda la noche. A la mañana siguiente esta el vellón mojado y el resto de la era, seca; pero Gedeón insiste y le pide a Dios que va dejar el vellón durante la noche y que lo deje seco y el resto húmedo. Al día siguiente el vellón esta seco y la pradera humedecida por el rocío nocturno. Es una hermosa prefiguración de lo que el Señor realiza en los sacramentos en el momento de la epíclesis.

Es la invocación que hace la Iglesia para que el Espíritu Santo actúe en la economía sacramental, se realiza en varios momentos en la liturgia, pero especialmente en la de los sacramentos. Quizás una que llama mucho la atención es la del Sacramento del Matrimonio, que no se realiza sino hasta la solemne bendición que se hace dentro del rito de comunión (cuando se celebra el sacramento dentro la Eucaristía) después de la oración dominical, antes del rito de la paz y puede pasar desapercibida. El ministro dice: “Envía sobre ellos la gracia del Espíritu Santo, para que tu amor derramado en sus corazones los haga permanecer fieles en la alianza conyugal”. Y otra que llama la atención es la de la I Plegaria eucarística o “Canon Romano” en donde no hay una mención explicita al Espíritu pero el sacerdote dice: “Bendice y santifica esta ofrenda Padre, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti: que se convierta para nosotros en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado …”

Todos los sacramentos tienen epíclesis, así el bautismo la tiene en el momento de la bendición del agua, al final: “te pedimos Señor que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo descienda sobre el agua de esta fuente …” el ministro esta con las manos extendidas sobre la fuente. La confirmación en el momento de la imposición de las manos que realiza el Obispo sobre los candidatos y la fórmula del sacramento; en la Eucaristía esta antes del relato de la institución en las cuatro plegarias principales con el gesto de las manos sobre la oblata. En la Penitencia en el gesto de la imposición de las manos (al menos una) sobre el penitente y la fórmula sacramental. En la unción de los enfermos con el gesto de la imposición de las manos sobre el enfermo y la oración del sacramento que dice: “por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para libre de tus pecados te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. En el matrimonio como ya se dijo en la bendición solemne sobre los novios después de la oración dominical. En el sacramento del Orden con la imposición de manos del Obispo sobre el ordenando y con la plegaria de ordenación en los tres grados: episcopado, presbiterado y diaconado.     

La acción del Espíritu es fundamental en los sacramentos pues si bien el autor principal es el Señor Jesús, Sacerdote Eterno, el Espíritu colabora con El trasformando la acción del ministro en momento de salvación, trasformando la materia del sacramento en medio de salvación. San Agustín decía “la palabra se aplica al elemento, y se hace el sacramento”. Esta palabra pronunciada por el ministro, tiene su eficacia por la acción del Espíritu que la vivifica.

Hay gestos epicléticos que acompañan estos momentos, como son: el extender las manos sobre las especies eucarísticas, sobre la persona que va a recibir el sacramento, la inclinación profunda del celebrante.

El Espíritu nos prepara para recibir la gracia de Dios y también con su poder hace eficaz los gestos litúrgicos sacramentales para que realicen lo que significan “ex opere operato”. También nos permite acoger esa gracia y poder con ella dar testimonio del Señor en nuestra vida cristiana.

 

lunes, 24 de septiembre de 2018


Presbiterio

Se haya separado de la nave por medio de un diseño arquitectónico, está en la parte delantera del templo, verticalmente al extremo de la puerta de entrada. Es todo el entorno en donde deberá enfocarse naturalmente la mirada de los fieles, se distingue de la nave por su elevación o estructura distinta, en él están el altar, el ambón y la sede presidencial. Sólo acceden a él los ministros ordenados, los ayudantes y los lectores que proclaman la Palabra de Dios



Nave

Es el lugar en donde permanecen los fieles que puedan ver y participar de las celebraciones litúrgicas que se realizan en el templo, deberá ser amplio y con lugares para que se puedan sentar, arrodillar y estar de pie de manera cómoda. Se distingue claramente del presbiterio, tiene relación con este pues forman una misma área sagrada. Está dividido por pasillos que permitan el traslado de los mismos y su distribución en todo el espacio



Confesionario

También se conoce como la sede penitencial, es el lugar en donde se celebra el sacramento de la Penitencia que deberá estar adecuado en una parte del templo discreta y silenciosa en donde los fieles se puedan preparar en silencio y meditación para participar de este sacramento. El confesionario como lugar litúrgico deberá permitir al penitente poder arrodillarse frente al ministro, confesar sus pecados y recibir la absolución. El ministro deberá ser visto como signo de la bondad de Dios que sale a perdonar al pecador; el confesionario permitirá la posibilidad de confesarse por medio de la rejilla o cara a cara con el ministro





sábado, 22 de septiembre de 2018


                                                       Ambón

Es el lugar en donde se proclama las lecturas de la Biblia, Palabra de Dios. El Ambón es un lugar, no un mueble, en donde se proclama la Palabra de Dios a la asamblea, en donde Dios habla a su pueblo, de allí que tenga junto con el altar y la sede un lugar destacado en la arquitectura del templo. 

El ambón deberá estar destacado como un lugar en donde se pueda proclamar con claridad y dignidad la Palabra, deberá ser estable, no un mueble que se quite y se ponga cuando moleste. Así el lugar de la Palabra deberá permanecer incluso cuando no hay celebración.  Además deberá ser un lugar destacado, por la dignidad de su función; destacado y separado del altar, como otro de los  puntos de atención en la celebración. Deberá ser un lugar visible, para que el lector pueda ser visto y escuchado por toda la asamblea reunida.



                                                        Sede

La sede presidencial como comúnmente se le conoce, es el lugar en donde preside la celebración litúrgica el ministro ordenado, ya sea de pie delante de ella o sentado.  La sede es el lugar propio del ministro ordenado, que representa al Señor Jesús que es Cabeza de la Iglesia, y que es nuestro mediador ante el Padre. Es el Señor Maestro que a través de su ministro nos habla y nos enseña las verdades de la fe. El sacerdocio es un don por el cual queda el que lo recibe, configurado a Cristo Pastor y Sacerdote de su pueblo; el sacerdote es, como decía el Papa San Juan Pablo II, “un ícono (imagen, figura) del Señor Jesús en medio de sus hermanos” (cfr. Pastores dabo vobis), y deberá ser entendido y vivido como un servicio en favor de los demás (cfr Mc 10, 45).

La sede tiene que tener un lugar fijo, estable, de preferencia no se debería mover. No puede ser una silla cualquiera, deberá ser grande, solemne, sin parecer un trono, para significar que allí está presente el Señor por medio de su ministro, presidiendo, dirigiendo la oración, animando a la comunidad que se reúne en su Nombre, para dar culto a Dios su Padre en el Espíritu Santo. La homilía según la OGMR se puede hacer desde la sede o el ambón,  es más simbólico hacerla sentado en la sede.

Para poder presidir desde la sede los ritos iniciales, la liturgia de la Palabra y los ritos conclusivos deberá haber un facistol o atril sencillo para poder colocar el libro de la sede o el misal




lunes, 17 de septiembre de 2018


Lugares litúrgicos


Quisiera empezar hoy una sencilla explicación de las partes del templo lugar en donde nos reunimos a celebrar los divinos misterios de nuestra salvación. Si la liturgia nos permite celebrar nuestra salvación, la presencia de Dios que viene a nuestro encuentro, cuanto más comprendamos el significado de cada lugar vamos a comprender mejor la obra de Dios y como debemos de disponernos para que esa obra dé fruto en nosotros

Templo

El Templo material es símbolo del templo espiritual que formamos todos los bautizados unidos a Cristo Señor que nos une a su Cuerpo espiritual. Es el lugar sagrado en donde los fieles se reúnen para escuchar la Palabra de Dios y celebrar los sacramentos. Es imagen de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

Lo más tradicional es que tenga forma de cruz o basilical es decir rectangular como las antiguas basílicas romanas. Antiguamente estaba orientado hacia el norte (Oriente) lugar por donde nos iba a llegar la Salvación


Altar

Es el lugar más importante del templo. Todo el conjunto arquitectónico del templo está centrado en él; todo está orientado hacia él, como el núcleo hacia el cual debe tender toda la atención de la asamblea, pues es símbolo del mismo Señor Jesús. 

El altar debe de estar hecho de un material sólido, de una sola pieza de preferencia, pues es signo de Cristo que es la piedra angular, la roca firme donde se cimenta toda la  Iglesia (cfr 1 Co 10,4). El es el centro, la piedra angular, el que le da sentido a toda nuestra fe; en El encontramos a Dios que sale a nuestro encuentro para salvarnos. El es el que le da sentido a todas las cosas, el es la Cabeza de la Iglesia y nosotros sus miembros (cfr Col 1,18).

El altar es el lugar donde se reactualiza el único sacrificio de la Nueva Alianza, que nos reconcilia (Hb 10,12ss), es el ara del sacrificio; en la Misa se realiza el sacrificio de la Cruz, en donde el Señor Jesús se ofrece al Padre por nuestra reconciliación; se vuelve a hacer presente la misma oblación del Hijo que realizó en el Calvario sólo que de manera incruenta (es decir sin sangre). Es también mesa pues en ella se parte y reparte el Cuerpo y la Sangre del Señor, a todo aquel que quiera recibirlo. Alimento que da vida eterna y nos fortalece en nuestra vida cristiana (cfr Jn 6,55).Por ello se reviste de un mantel.
Cerca o sobre el altar deberá haber un gran crucifijo hacia donde deberá dirigirse la mirada del celebrante y los fieles, su norte celebrativo






miércoles, 13 de julio de 2016


El Espíritu Santo en la Liturgia






El Concilio Vaticano II dio la carta de ciudadanía  a la renovación litúrgica más reciente, por ello es que la Constitución sobre la Sagrada Liturgia constituye un punto clave de estudio, reflexión y lectura para poder entender la celebración litúrgica en la actualidad.



Pero quizás una de los aspectos que llama la atención en el texto conciliar es lo poco desarrollada que se encuentra la pneumatología. Por eso es que el aporte que hace el Catecismo de la Iglesia Católica (1997) a este aspecto fundamental es muy rico; por ello es que quisiera en el presente resumen presentar los aportes valiosos del Catecismo sobre la presencia del Espíritu Santo Señor y Dador de Vida a la liturgia (nn 1091-1112).



El número 1091 empieza afirmando que el Espíritu Santo es el pedagogo* de la fe y el artífice* de las obras maestras de Dios que son los sacramentos, y a reglón seguido afirma que la liturgia es la obra común entre el Espíritu y la Iglesia.



Y después afirma que el Espíritu Santo realiza cuatro funciones respecto a la liturgia:



+Prepara a recibir a Cristo: 

desde el Antiguo Testamento en donde se pone de manifiesto el misterio de Cristo; el Espíritu Santo realiza en los sacramentos lo que aparecía en figuras en la Antigua alianza; sobre todo a la lectura del Antiguo testamento a la luz del Espíritu.



Después nos indica que la liturgia de la Nueva alianza es un encuentro entre Cristo y la Iglesia, por ello el Espíritu es el agente de la unidad de la comunidad reunida, pues para encontrarse con el Señor deberá estar bien dispuesta. La gracia del Espíritu suele suscitar la fe, la conversión, la adhesión al designio de Dios.



+Recuerda el Misterio de Cristo

El Espíritu Santo es la memoria viva de la Iglesia pues nos permite celebrar el memorial de nuestra salvación; para escuchar la Palabra de Dios que es parte integrante de la celebración litúrgica, para acogerla con la inteligencia espiritual y los pone en relación viva con Cristo. La escucha de la Palabra no sólo es una instrucción si no que deberá suscitar la fe y es el Espíritu Santo el que la suscita en el corazón de la comunidad



El Espíritu también suscita, siguiendo el tono de la celebración, la acción de gracias y la alabanza en el corazón.



+Actualiza el Misterio de Cristo:

La liturgia no sólo recuerda sino que actualiza el misterio de Cristo, lo hace presente; el misterio de Cristo se celebra no se repite y es el Espíritu el que realiza esa actualización sacramental, real, objetiva. Junto con la anamnesis,  la epíclesis es el centro de toda la celebración sacramental, especialmente de la Eucaristía.



El poder transformador del Espíritu apresura la venida del Reino y la consumación del misterio de la salvación, nos ayuda a experimentar de forma anticipada la comunión con la Santísima Trinidad. Dimensión apostólica de su acción



+Comunión con el Espíritu Santo

La misión del Espíritu Santo en cada acción litúrgica es la comunión con Cristo, en ella se da la cooperación más íntima entre el Espíritu Santo y la Iglesia, su acción tiene como fruto la unión con la Trinidad y entre los hermanos por medio de la caridad fraterna.



Me parece que este desarrollo de la pneumatología del Catecismo es una invitación a profundizar más en la identidad y misión del Espíritu especialmente en la liturgia, pues es un dato teológico de la mayor importancia, pues el Espíritu es el Agente principal de toda la economía sacramental, que por su acción vivifica y realiza nuestra reconciliación.



Por otro lado le da su verdadero talante a la liturgia: es opus Dei por excelencia como decía el Cardenal Ratzinger y todos ministros y fieles debemos de ponernos a la escucha y ser dóciles a su acción en la Iglesia, en el mundo y en nosotros: Sólo siendo dóciles y cooperadores suyos como la Madre podremos desarrollar en nosotros nuestra identidad más honda   y podremos dejar trasparentar el misterio de nuestra fe.         





* pedagogo: aquel que acompañaba a pie a los niños al colegio; el que instruye y educa a los niños; persona versada en pedagogía o grandes dotes como maestro; el que siempre anda con otro y lo lleva a donde quiere (según la DRAE)
* artífice : autor, el que es causa de algo; persona que ejecuta científicamente una obra mecánica; aquel que tiene arte para conseguir lo que desea (según DRAE)

sábado, 26 de septiembre de 2015



Secularización hasta en la liturgia

El proceso de secularización ha sido tan persistente que ha penetrado por las ventanas de la Iglesia y ha alcanzado a la misma liturgia pervirtiéndola.
Pudiera parecer sorprendente que lo más santo y sagrado, con tanta carga de sacralidad, devoción y espiritualidad como es la liturgia, pudiera secularizarse, pero así ha ido sucediendo.
El proceso de secularización ha sido tan persistente que ha penetrado por las ventanas de la Iglesia y ha alcanzado a la misma liturgia pervirtiéndola. Un grave mal que hoy se padece es la secularización interna de la Iglesia, y como la liturgia es epifanía de la Iglesia, su manifestación visible, una Iglesia secularizada se reflejará en su liturgia igualmente secularizada.
Detengámonos en ver los rasgos e intenciones de esta secularización y comprenderemos mejor el alcance que tiene en la liturgia.
1) La secularización detesta lo religioso y sus expresiones, y quiere en todo caso reducirlo a la conciencia privada de cada cual.
2) La secularización, de la mano del relativismo, piensa que no existe la Verdad y por ello todo son opiniones igualmente válidas. Es la dictadura del relativismo que denunció Benedicto XVI.
3) La secularización sustituye a Dios o por el hombre o por el progreso social o por los valores de moda (ecología, solidaridad, paz…)
4) La secularización sólo respeta de la religión aquello que puede servir a su proyecto: las obras asistenciales y de caridad y la enseñanza que se acomoda a sus postulados de sólo valores, sólo lo «políticamente correcto».
5) La secularización ignora la trascendencia y lo superior, y quiere volcarlo todo en lo terreno, en lo temporal, en el aquí y ahora.
La Iglesia misma, que no es ajena a la cultura del momento sino que recibe su influjo, ha padecido un largo proceso de «secularización interna», apartándose de su Tradición, tomando una lectura exclusivamente social del Evangelio hasta convertir el cristianismo en una ideología por el cambio social. La secularización interna de la Iglesia adopta, acríticamente, el pensamiento del mundo y en lugar de evangelizarlo, se mimetiza con el mundo, se hace igual al mundo. Se ha vaciado la Iglesia de sí misma para convertirse en una asociación civil, o en una ONG, o algo semejante.
Por supuesto, en todo este proceso, la liturgia no ha salido indemne, sino muy perjudicada, porque se ha manipulado la liturgia, se ha abusado de ella y cualquiera cree que puede modificarla a su propio criterio. Se ha degradado. Ha perdido su estilo. Se ha vulgarizado.
1) Si la secularización detesta lo religioso y lo arrincona, hoy la liturgia es terriblemente antropocéntrica y con poco espíritu religioso. Por ejemplo, un solo ejemplo, las nuevas iglesias que se construyen apenas parecen lugares de culto católico –ni en la fachada ni en la distribución de los espacios litúrgicos- sino edificios que pasan inadvertidos, disimulados, y por dentro, un gran salón multiusos.
2) Si la secularización se ha aliado con la dictadura del relativismo, negando la Verdad, hoy en la liturgia la predicación católica apenas aborda los grandes contenidos dogmáticos de la fe, o, si lo hace, cualquiera se cree con derecho para predicar sus opiniones particulares y las reinterpretaciones que se le ocurran. Ese relativismo valora la celebración litúrgica como algo que no es fijo e inmutable, sino que va a gusto del celebrante, del equipo de liturgia o de la comunidad. El relativismo secular aquí es que nada es verdadero o intocable y por tanto la liturgia hay que reinventarla siempre.
3) Si la secularización sustituye a Dios por el hombre, la liturgia secularizada también. Un protagonismo excesivo del hombre relega a Dios a un pretexto por el que los fieles se reúnen: aquí lo importante son los hombres, no Dios. Se multiplican las intervenciones para que haya más protagonistas humanos: más moniciones, más peticiones (¡leídas cada una por un lector!), más ofrendas con más moniciones (ofrendas «simbólicas» para destacar «nuestro» compromiso, «nuestra» entrega), supuestos «testimonios» que se introducen en la homilía, discursos de «acción de gracias» después de la comunión, etc., etc. Es la subversión secular de la liturgia que ya no celebra a Dios, sino que se celebra al hombre. Es muy elocuente, por ejemplo, que se afirme tranquilamente que en la Misa «los protagonistas fueron los jóvenes de Confirmación», «los protagonistas fueron las parejas de los cursillos prematrimoniales», etc.
«La peor presencia del secularismo en la celebración litúrgica ha sido, pensando que era preciso cambiar radicalmente el culto para adaptarse a la mentalidad secularizada del hombre moderno, pasar de celebrar el misterio de Cristo y la adoración a Dios a celebrar una ideología o una realidad personal o social, convirtiendo la liturgia en una autocelebración» (Rodríguez, P., La sagrada liturgia, 302).
4) Si la secularización sólo valora lo asistencial de la Iglesia y los valores, una liturgia secularizada se despreocupará de todo lo que no sea hablar y potenciar los valores, el compromiso y las tareas terrenas. La liturgia secularizada es pura ideología que se dedica a grabar consignas en los fieles según el estilo del mundo: es un nuevo moralismo, horizontalista. Esto se ve en la proliferación de palabras en la liturgia, o sea, el verbalismo, en muchas moniciones innecesarias y en homilías, igualmente largas, que sólo tratan de «valores», justicia, transformación del mundo, ser felices y hacer felices a los demás.
«Hay que recordar que el cristianismo europeo ha pasado por la grave crisis de la Ilustración, que intentó despojar al cristianismo de los elementos sobrenaturales, reduciéndolo a un vago deísmo, a una religión sin dogmas, sin revelación, sin la gracia y sin el pecado, racionalizado, o a un mero sentimiento religioso; en consecuencia, enfatizó el aspecto moralizador. Las consecuencias para la liturgia fueron negativas, pues se eliminó de ella el culto de Dios o la adoración a Dios y, en consecuencia, el amor que da la vida por el prójimo… En este sentido, se explica el racionalismo, el subjetivismo, el sentimentalismo, el didactismo, etc., que caracterizan algunas formas litúrgicas actuales» (Fernández, P., La sagrada liturgia, 103).
5) Si la secularización ignora la trascendencia, una liturgia secularizada se convierte en fiesta humana, entretenida, arrinconando el sentido religioso y sagrado. Tres ejemplos lo pueden ilustrar. El primero es la ausencia de silencio en la liturgia. Se omiten los silencios previstos en el acto penitencial, tras el «Oremos» de la oración colecta, después de la homilía, después de la comunión. El silencio sagrado se vuelve un invitado extraño y ajeno a la liturgia secularizada. Un segundo elemento: la música y el canto. Ya no se puede calificar de «canto litúrgico». Se buscan ritmos e instrumentos atronadores que impidan el recogimiento orante y gestionen mejor una psicología grupal y sus emociones; las letras son expresiones sentimentales muy ajenas a la Tradición de la liturgia y sus himnos, y además no se respetan los contenidos fijos cuyo texto es invariable (Gloria, Credo, Sanctus, Padrenuestro). Y un tercer elemento: se arrinconó la adoración y culto a la Eucaristía fuera de la Misa. La exposición del Santísimo, que permite el encuentro con Cristo y la adoración contemplativa, no tenían lugar en la liturgia secularizada: ¡sólo la Misa convertida en un festival con discursos moralistas! Y, por extensión, el abandono de la Liturgia de las Horas, que muchos de los actores secularistas (sacerdotes y religiosos) arrinconaron por no encontrarle valor a la oración litúrgica, contemplativa y adorante.
Las descripciones son claras para que se comprenda bien lo que es una liturgia secularizada y el problema grande que representa para la vida de la Iglesia:
«Con frecuencia nos encontramos con celebraciones litúrgicas que adolecen de carencias pastorales. Por ejemplo, celebraciones que, asemejándose más a meros encuentros sociales, carecen del recogimiento que favorece el encuentro con Dios, es decir, la verdadera oración, o celebraciones cuyas homilías de sacerdotes católicos pudieran ser pronunciadas lo mismo por un pastor protestante, o cantos ejecutados durante la liturgia que invitan a mover el cuerpo, mas no mueven el alma. Y sabemos que si la celebración litúrgica no es oración y oración devota, transmitiendo en un contexto sagrado y solemne la verdadera fe, es un fraude, que ofende a Dios y engaña a los hombres» (Fernández, P., La sagrada liturgia, 291).
Vemos así el panorama de una liturgia secularizada que no es más que una burda caricatura de la liturgia católica.

 P. Javier Sánchez Martínez, sacerdote (Tomado de Infocatólica)