jueves, 30 de septiembre de 2021


 



“La gran oración de la Iglesia”

 

La Santa Misa es la gran oración que la Iglesia ofrece unida a Jesús su Señor y Único Sacerdote, por la salvación del mundo. La estructura interna de la Misa es una prolongada oración en donde se articulan distintos elementos para disponernos a escuchar la Palabra de Dios y con esa Palabra poder dirigir nuestra oración al Padre y ofrecernos nosotros mismos junto a la Víctima Divina.

Ya desde el inicio nos ponemos en la presencia de Dios Trinidad, reconociendo nuestros pecados y nuestra condición frágil, para así prepararnos a entran en el misterio de Dios que se revela. La participación en la primera parte que es la liturgia de la Palabra, nos disponemos a escuchar y dejarnos interpelar por la Palabra Viva de Dios, que nos revela los misterios de Dios, que nos descubre las maravillas de Dios en la historia humana, pero que tiene que ser acogida en nuestro corazón, como la semilla es acogida en la tierra buena, para que de fruto (cfr Mt 13, 3ss). Esto solo se puede lograr en un ambiente de oración, de actitud contemplativa, pero también receptiva de esa Palabra. El salmo responsorial y la profesión de fe son respuesta a esa acogida a Dios en nuestro corazón.

La segunda parte de la misa la Liturgia de la Eucaristía, es adentrarnos en el misterio de nuestra redención, participando en la fe, con actitud de adoración en el Sacrificio de Cristo. Sacrificio que como enseña en Catecismo se actualiza, se hace presente en la celebración de la Santa Misa (cfr CIC 1365). Podríamos decir: somos invitados a participar, a “tocar” ese momento clave en la historia de nuestra salvación en donde el Hijo Unigénito del Padre, se entrega con voluntad libre a la muerte, para destruir el poder del pecado y del mal, y así honrar a Dios su Padre. Somos invitados a unirnos a la Victima, ofreciéndonos al Padre, con el deseo interior de rechazar el pecado y uniéndonos a la voluntad del Padre, y así se hacernos sacrificio espiritual al Padre (cfr Lg 34).

Durante toda la Plegaria eucarística, recitada por el sacerdote, que al ser proclamada es “actio Dei”, nos unimos a ella por la fe, el espíritu de adoración y nuestro silencio para rezar con toda la Iglesia.  Si pudiésemos gustar cada palabra que componen esta hermosa oración litúrgica, podríamos profundizar cada vez más en el misterio que estamos celebrando y contemplando.

El “gran ofertorio de la Misa” no es el momento de la presentación de los dones al inicio de la liturgia eucarística, sino al final de la plegaria eucarística, en donde el sacerdote une a la oblación del Cuerpo y Sangre del Señor, nuestro propio ofrecimiento personal y comunitario: “Por Cristo, con El y en El a ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y gloria por los siglos de los siglos”.

El rito de comunión con la oración del Padre nuestro, nos prepara en espíritu de oración a recibir los frutos del Sacrificio salvador, que es el mismo Señor hecho alimento y bebida por amor. Oración que se debe de hondar más cuando comulgamos, de modo personal y privado con Jesús en nuestro corazón.

Por ello la Santa Misa es escuela de oración para el creyente, pues es educado a rezar en espíritu de fe, con las disposiciones debidas, en silencio y recogimiento, acogiendo la Palabra de Dios y haciendo de ella su propia oración. Es invitado a participar de las formas de oración según la tradición espiritual de la Iglesia: la alabanza, la adoración, la intercesión, la petición y la acción de gracias

También nos enseña a participar íntegramente del encuentro con el Señor que involucra a todo el ser humano, cuerpo y alma. Por medio de las posturas que nos indica la liturgia somos educados a disponer nuestro interior desde afuera hacia lo interior, y también a informar lo exterior desde lo interior  con nuestras disposiciones del alma

Por último, nos enseña un elemento que es muy importante y es la oración en común, como Iglesia, universal. El sentido comunitario es una dimensión que no debemos de olvidar, pues es oración cristiana de gran valor y eficacia “…porque donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (cfr Mt 18, 20).


viernes, 10 de septiembre de 2021


San Jerónimo, penitente


La penitencia: virtud cristiana

 

La palabra penitencia tiene un largo arraigo en el lenguaje cristiano, hace referencia al sacramento del perdón, pero también a una virtud cristiana por excelencia; tiene relación la contrición o atrición, con la conversión, con la mortificación interior y exterior.

Cuando una persona comete un pecado mortal este produce el pecado en sí mismo (culpa) y un efecto maligno (pena). El efecto maligno o las penas producen un desorden en nosotros mismos y en los demás. En nosotros aumenta la concupiscencia o debilidad frente al pecado, somos más débiles para enfrentarlo y combatirlo.

Por eso es que hay tantos santos penitentes (p.e Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, etc), que haciendo penitencia interior por sus propios pecados o lo de otros,  pudieron acercarse a Dios

Hay que estar dispuesto a resarcir las consecuencias de mis pecados, en el ámbito personal, comunitario para eso hay que buscar vivir la caridad, la paciencia, la mortificación interior y exterior, la búsqueda de la sencillez y la sobriedad, esforzándonos por vivir e inculcar en mi y en los demás la virtud contraria. El deseo de sanar o corregir las consecuencias de mis pecados está dentro de la virtud de la justicia, pero también del deseo de santidad y de que todo el universo de gloria a Dios. Es una virtud que todos debemos de vivir, pues sufrimos las consecuencias de nuestros pecados, para así poder ir acercándonos a Dios y trasformando nuestro corazón para que se parezca más al Suyo

Es una virtud de la que ya no se habla mucho en nuestros templos ni en nuestras catequesis, como si sólo deberías confesarnos y olvidarnos del resto; es verdad que el sacramento cuando lo recibo con las debidas disposiciones, obra “ex opere operato”, es decir con eficacia, pero necesita que cada uno lo haga fructificar en su propia vida, que vaya desterrando todo vestigio de pecado desde inclinaciones, maneras equivocadas de ver la realidad, hasta las consecuencias que se expresan en la sociedad.

 


 

martes, 13 de abril de 2021


 

¿La tumba vacía?

 

Es muy significativo que la liturgia del Domingo de la Resurrección en el evangelio de la Vigilia Pascual y de la Misa del día, los episodios en donde,  tanto las mujeres que van al sepulcro, María Magdalena, Pedro y Juan encuentran el sepulcro vacío. No tiene todavía una experiencia personal con el Señor Resucitado.

¿Qué importancia le da la Iglesia al sepulcro vacío? Ha corrido mucha tinta entre los teólogos sobre si este dato es una prueba de la Resurrección del Señor; muchos exégetas modernos dicen que no lo es. El Catecismo de la Iglesia dice que el sepulcro vacío es un indicio, no una prueba de la resurrección.  "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13; Mt 28, 11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos, un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección.” (CIC 640)

 Es un signo esencial para ir ahondando en el misterio de la Pascua, pues es algo en que debemos de ir ahondando cada vez más. Esa es la dinámica que nos propone la liturgia con la cincuentena pascual, poder ir ahondando en este misterio y sacando las consecuencias para nuestra vida.

También cuando llegan Pedro y Juan el evangelio menciona las vendas y el sudario con que lo habían envuelto, (v  xx) y fue lo que vió el discípulo amado y creyó. ¿Qué vió el discípulo que lo llevó a creer?. Vittorio Messori en su libro “Dicen que ha resucitado” tiene una interpretación muy sugestiva sobre lo que Juan “vió y creyó”

La continuación del texto del Catecismo nos dice que el sepulcro vacío nos lleva a pensar que no había sido una obra humana y que la nueva vida del Resucitado es una vida gloriosa y triunfante

Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11, 44).

Es cierto también que tanto en la Octava de la Pascua, como en los domingos segundo y tercero de Pascua, se nos presenta el Resucitado glorioso y manifestándose a sus discípulos. Pero la primera experiencia del sepulcro vacío nos hace ver que Jesús no ha vuelto a la vida humana normal, en donde podía volver a morir (como fue el caso del hijo de la viuda de Naím o de Lázaro), su Resurrección es una trasformación, su vida es una vida gloriosa, plena, ya no atada al tiempo ni al espacio. Jesús vive una vida nueva en la gloria del Padre.

viernes, 26 de marzo de 2021


 

Novedades del Misal Romano (tercera edición) para la celebración de la Semana Santa y el tiempo pascual

 

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

1.    El diácono con el Evangeliario va en la procesión de ramos a la Iglesia para la celebración eucarística

2.    Después de proclamada la Pasión se hace una breve homilía. También se puede observar un espacio de silencio sagrado

3.    Oración sobre el pueblo al final (propuesta)

 

Jueves Santo:  Santa Misa de la Cena del Señor

1.    Para el lavatorio de los pies se dice “los designados para el rito”, ya no tienen que ser varones designados

2.    Se introduce en este día el Canon Romano, como una indicación para usarlo, antes que las otras plegarias eucarísticas

3.    La procesión del Santísimo Sacramento hasta la capilla de adoración (o monumento eucarístico) lo acompañan con cirios encendidos varios  ministros y fieles. Delante de Santísimo que lleva el sacerdote, va el turiferario con el turíbulo humeante

4.    Si en ese templo no se celebra el Viernes Santo, no se hace este rito de traslado y sólo se reserva en el tabernáculo como de costumbre

 

Viernes Santo en la Pasión del Señor

1.    No se celebra ningún sacramento salvo la Penitencia y la Unción de los enfermos, a quien lo solicite

2.    Al inicio con las manos extendidas sin decir Oremos, hace la oración inicial

3.    Después de la proclamación de la Pasión se hace una breve homilía y se invita a los fieles a que hagan un espacio de silencio

4.    Para la adoración de la Cruz, después de la entrada solemne de la Cruz,  se deja en la entrada del presbiterio y el sacerdote solo se acerca, si lo juzga oportuno, se quita la casulla y los zapatos y lo venera. Después lo harán los ministros y luego todos los fieles

5.    Durante la adoración se cantan los cantos propuestos y al final el “Stabat Mater” como una memoria de la presencia de la Madre

 

Santa Misa de Vigilia Pascual

1.    En el lucernario, el sacerdote enciende su cirio del Cirio pascual, después que el diácono proclama el primer: “Luz de Cristo” y luego en (la puerta del templo) el diácono proclama el segundo “Luz de Cristo”, los fieles encienden los suyos

2.    Antes del Cordero de Dios, el sacerdote exhorta a los neófitos sobre el valor del don eucarístico que van a recibir, culmen de su iniciación

3.    Conviene que en este día con el permiso del ordinario del lugar y si las circunstancias lo permiten, todos los fieles reciban la comunión bajo las dos especies

 

Solemnidad de Pentecostés

1.    Hay un formulario de Misa de vigilia y está desarrollado en forma de vigilia, a semejanza de la Vigilia Pascual

 

viernes, 19 de febrero de 2021


 


“El venerable sacramento de la Cuaresma”

 

Hace dos días hemos iniciado el tiempo de preparación para la Pascua, tiempo fuerte para convertirnos cada vez más al Señor, para dejar nuestra debilidades y pecados. La liturgia nos propone este tiempo con cierta urgencia “este es el tiempo de gracia, ahora es el tiempo de la salvación” (cfr 2 Co 6, 2)

Pero quiero que podamos reflexionar sobre el sentido de este tiempo a la luz de la oración del primer domingo de Cuaresma, que en el Misal en latín dice: “concéde nobis, omnipotens Deus, ut per annua quadragesimális exercítia sacramenti”; se habla del “sacramento del ejercicio cuaresmal”. Es una pena que en algunas traducciones, no se haya conservado la traducción más fiel al original.  

¿Por qué la Iglesia nos presenta así este tiempo? ¿Cómo un sacramento? Sabemos de la riqueza del término “sacramento” en la teología en general y para la litúrgica en particular; el sacramento es una realidad instituida por el Señor, signo sensible que comunica la gracia, que tiene una realidad visible y otra invisible, es eficaz por la fuerza divina, que hace presente la acción de Dios en medio de su pueblo. El lenguaje teológico lo utiliza en sentido más amplio, que sólo reducido a los siete sacramentos de la Iglesia; se utiliza para el mismo Señor “Sacramento del Padre”, para la Iglesia “sacramento universal de salvación”, y para otras realidades.

Podemos decir que la institución de la Cuaresma, como muchas realidades de la liturgia, no son invención humana sino nos vienen por medio de la Tradición de la Iglesia; nos viene desde los Apóstoles, como parte del Sagrado Depósito que nos han trasmitido. Por eso es que la liturgia lo llama “sacramento del ejercicio cuaresmal”; por ello es tan venerada y apreciada en la vida de la Iglesia y deberá ser apreciada en la vida de cada fiel. Si nosotros vivimos la Cuaresma con fe, en espíritu de conversión, entonces nos comunicará la gracia de Dios, por medio de las acciones externas a las que nos invita este tiempo, podremos ir trasformando y purificando nuestro corazón, como decía el profeta Joel “rasgad vuestros corazones, no vuestras vestiduras, convertíos al Señor, vuestro Dios” (Jl 2, 13). Si nosotros la vivimos bien, será signo eficaz de nuestra santificación.

Vivamos esta Cuaresma con espíritu de penitencia, de deseo de conversión confiando más en la gracia de Dios para liberarnos del pecado, y así será también para nosotros el venerable sacramento cuaresmal, tiempo de salvación.


lunes, 1 de febrero de 2021


 

¿Cómo se celebra a los difuntos en la Santa Misa?

La gran devoción que hay en la Iglesia por pedir por los difuntos desde los inicios de la fe puede llevar al celebrante a confundir una misa con intención de un difunto, con una misa de difuntos.

Hay que tener presente que en el Santo Sacrificio de la Misa siempre se pide por los difuntos después de las intercesiones particulares, en todas las plegarias eucarísticas, por tanto la celebración eucarística tiene un recuerdo por ellos. Por eso hay que saber distinguir bien, cuando una persona nos pide una misa con intención individual, si es por una persona difunta, hay que preguntar si es una celebración significativa de recuerdo, que pueden ser: a la semana de la muerte, al mes de la muerte, al año de la muerte (estas dos últimas muy significativas en el Perú).

No hay que confundir tampoco el rito típico de las Exequias que consta de tres estaciones que son: la oración en la capilla ardiente (o responso), la Santa Misa exequial que según la Ordenación general del Misal Romano, es la más importante (n 380) y el traslado al cementerio y sepultura. Este ritual es propio y tiene sus propias rúbricas.

El Misal romano titula “en el aniversario” en la primera sección y “en diversas conmemoraciones” en otra los formularios de difuntos; hay algunos días que no se pueden celebrar, p.e en las solemnidades del Señor, de la Virgen, de los Santos; en las fiestas de gran arraigo popular en una comunidad o en una región (OGMR 380 ss). Los domingos en las misas públicas de una parroquia o una capilla abierta a los fieles no se pueden celebrar misa de difuntos en los horarios habituales, se pueden hacer excepcionalmente en horarios no habituales.

La celebración de difuntos se celebra con los formularios mencionados, con el leccionario de difuntos, con las vestiduras de color morado o negro, no se recita ni se canta el Gloria, ni el Aleluya antes del Evangelio.

Es distinto que se solicite una misa con intención de difuntos, muy común en la devoción de los fieles, entonces si se puede incluir la intención en una misa habitual dominical de una parroquia, en una solemnidad, en una fiesta pues ahí solo se ofrece el Sacrificio eucarístico en sufragio por la salvación de esa persona, pero todo es propio de la misa que se celebra, incluso si es feria del tiempo ordinario. También se puede hacer en misas con intenciones varias o misas comunitarias con intenciones por difuntos, por salud y otros motivos. Es mejor que tampoco se mencione al difunto ni en la homilía ni en las peticiones pues no corresponde con el espíritu de la celebración.  

Por ello no se puede celebra todos los días “misas de difuntos” aunque tengamos todos los días intenciones por difuntos, con ornamentos morados o negros, con lecturas del leccionario de difuntos, pues contradice el sentido de la celebración litúrgica, atenta contra la piedad y reverencia del celebrante y contra la devoción de los fieles, es un abuso litúrgico que no se debe permitir, so pretexto de “ser cercano y pastoral”.

Propio del “ars celebrandi” que deberá ser una de las prioridades de los sacerdotes, sobre todo los que tienen cura de almas, es celebrar la liturgia según las normas de la Iglesia. Como decía el Papa Benedicto XVI: “El primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo. El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio” (Sacramentum caritatis n 38)

martes, 15 de septiembre de 2020


 

¿Cómo se proclama la Plegaria eucarística?

Si la Santa Misa es una gran plegaria de la Iglesia a Dios Padre misericordioso ofreciendo el Sacrificio del Hijo, y en esta la parte central de esa oración es la Plegaria eucarística, entonces podemos concluir que es el núcleo de toda la acción litúrgica. Está compuesta por las palabras santas que no las puede proclamar sino aquel que ha recibido el sacramento del Orden. En esta entrada quiero reflexionar cómo se deberá de proclamar esta plegaria en la liturgia, por parte del ministro ordenado.

Esta compuesta de prefacio, de la epíclesis, el relato de la Institución, las intercesiones y la doxología; se entiende como una unidad de acción, no puede ser interrumpida ni cambiada, se dice sólo una vez en cada misa. La estructura básica se encuentra ya en los Sacramentarios del siglo VI y era denominada “prex canonica”

Antes de la reforma del Concilio Vaticano II se proclamaba a media voz, como un murmullo, en señal de reverencia y de respeto, pues eran las palabras santas que no se podían recitar de cualquier manera; la recitación de esta gran plegaria nos introduce en el misterio del sacrificio de Jesús en la Cruz, por eso es el ministro ordenado el que la puede recitar, pues las proclama en persona de Cristo Cabeza de la Iglesia. Nadie se puede atribuirse el “yo o mío” que esta plegaria contiene, esas expresiones hacen referencia al yo del Señor Jesús, que es el que las pronuncia a través de su ministro.

También en el rito romano antes del Concilio, sólo se recitaba la Plegaria eucarística primera o Canon Romano, que data del siglo VII, como una señal de la continuidad de la celebración a través de los siglos. Repetición de las mismas palabras en todas las misas no para caer en la rutina y en el aburrimiento sino para generar una mayor profundización en su significado. En la legislación litúrgica actual no se permite ningún canto ni acompañamiento musical durante la misma. En el rito oriental se cierra el iconostasio (una especie de biombo delante del santuario-altar) para apartar a los ojos de los hombres el momento de la recitación de las palabras sagradas de la plegaria eucarística.

Hay que recitarla con mucha reverencia, con claridad, con gravedad, con santo temor de Dios y tienen que ser una proclamación para que se perciba que es el Señor Jesús el que las pronuncia en su acción sacrificial. Este es uno de los aspectos más importantes del “ars celebrandi” que deberá practicar el sacerdote en el momento de su servicio litúrgico, de modo que su recitación solemne y piadosa de la Plegaria eucarística permita a la asamblea rezar, hacer silencio interior y descubrir la presencia misteriosa de su Señor que se hace sacrificio redentor. Incluso si durante la celebración no se entienden bien algunas palabras, eso puede generar una atmósfera de recogimiento ante el misterio que se está realizando ante nuestros ojos.

Para ello no basta que sea una mera teatralización en la acción litúrgica, es verdad que algo de ello deberá tener, pero sobre todo el ministro lo lograra con la meditación frecuente hecha oración de las palabras que tiene que pronunciar en la celebración, tratando él mismo de ahondar en su significado, tratando de interiorizarlo, haciendo suya esta plegaria que lo unirá a la oración sacerdotal de Jesús el Señor para dejarse trasformar por El.