viernes, 19 de febrero de 2021


 


“El venerable sacramento de la Cuaresma”

 

Hace dos días hemos iniciado el tiempo de preparación para la Pascua, tiempo fuerte para convertirnos cada vez más al Señor, para dejar nuestra debilidades y pecados. La liturgia nos propone este tiempo con cierta urgencia “este es el tiempo de gracia, ahora es el tiempo de la salvación” (cfr 2 Co 6, 2)

Pero quiero que podamos reflexionar sobre el sentido de este tiempo a la luz de la oración del primer domingo de Cuaresma, que en el Misal en latín dice: “concéde nobis, omnipotens Deus, ut per annua quadragesimális exercítia sacramenti”; se habla del “sacramento del ejercicio cuaresmal”. Es una pena que en algunas traducciones, no se haya conservado la traducción más fiel al original.  

¿Por qué la Iglesia nos presenta así este tiempo? ¿Cómo un sacramento? Sabemos de la riqueza del término “sacramento” en la teología en general y para la litúrgica en particular; el sacramento es una realidad instituida por el Señor, signo sensible que comunica la gracia, que tiene una realidad visible y otra invisible, es eficaz por la fuerza divina, que hace presente la acción de Dios en medio de su pueblo. El lenguaje teológico lo utiliza en sentido más amplio, que sólo reducido a los siete sacramentos de la Iglesia; se utiliza para el mismo Señor “Sacramento del Padre”, para la Iglesia “sacramento universal de salvación”, y para otras realidades.

Podemos decir que la institución de la Cuaresma, como muchas realidades de la liturgia, no son invención humana sino nos vienen por medio de la Tradición de la Iglesia; nos viene desde los Apóstoles, como parte del Sagrado Depósito que nos han trasmitido. Por eso es que la liturgia lo llama “sacramento del ejercicio cuaresmal”; por ello es tan venerada y apreciada en la vida de la Iglesia y deberá ser apreciada en la vida de cada fiel. Si nosotros vivimos la Cuaresma con fe, en espíritu de conversión, entonces nos comunicará la gracia de Dios, por medio de las acciones externas a las que nos invita este tiempo, podremos ir trasformando y purificando nuestro corazón, como decía el profeta Joel “rasgad vuestros corazones, no vuestras vestiduras, convertíos al Señor, vuestro Dios” (Jl 2, 13). Si nosotros la vivimos bien, será signo eficaz de nuestra santificación.

Vivamos esta Cuaresma con espíritu de penitencia, de deseo de conversión confiando más en la gracia de Dios para liberarnos del pecado, y así será también para nosotros el venerable sacramento cuaresmal, tiempo de salvación.


lunes, 1 de febrero de 2021


 

¿Cómo se celebra a los difuntos en la Santa Misa?

La gran devoción que hay en la Iglesia por pedir por los difuntos desde los inicios de la fe puede llevar al celebrante a confundir una misa con intención de un difunto, con una misa de difuntos.

Hay que tener presente que en el Santo Sacrificio de la Misa siempre se pide por los difuntos después de las intercesiones particulares, en todas las plegarias eucarísticas, por tanto la celebración eucarística tiene un recuerdo por ellos. Por eso hay que saber distinguir bien, cuando una persona nos pide una misa con intención individual, si es por una persona difunta, hay que preguntar si es una celebración significativa de recuerdo, que pueden ser: a la semana de la muerte, al mes de la muerte, al año de la muerte (estas dos últimas muy significativas en el Perú).

No hay que confundir tampoco el rito típico de las Exequias que consta de tres estaciones que son: la oración en la capilla ardiente (o responso), la Santa Misa exequial que según la Ordenación general del Misal Romano, es la más importante (n 380) y el traslado al cementerio y sepultura. Este ritual es propio y tiene sus propias rúbricas.

El Misal romano titula “en el aniversario” en la primera sección y “en diversas conmemoraciones” en otra los formularios de difuntos; hay algunos días que no se pueden celebrar, p.e en las solemnidades del Señor, de la Virgen, de los Santos; en las fiestas de gran arraigo popular en una comunidad o en una región (OGMR 380 ss). Los domingos en las misas públicas de una parroquia o una capilla abierta a los fieles no se pueden celebrar misa de difuntos en los horarios habituales, se pueden hacer excepcionalmente en horarios no habituales.

La celebración de difuntos se celebra con los formularios mencionados, con el leccionario de difuntos, con las vestiduras de color morado o negro, no se recita ni se canta el Gloria, ni el Aleluya antes del Evangelio.

Es distinto que se solicite una misa con intención de difuntos, muy común en la devoción de los fieles, entonces si se puede incluir la intención en una misa habitual dominical de una parroquia, en una solemnidad, en una fiesta pues ahí solo se ofrece el Sacrificio eucarístico en sufragio por la salvación de esa persona, pero todo es propio de la misa que se celebra, incluso si es feria del tiempo ordinario. También se puede hacer en misas con intenciones varias o misas comunitarias con intenciones por difuntos, por salud y otros motivos. Es mejor que tampoco se mencione al difunto ni en la homilía ni en las peticiones pues no corresponde con el espíritu de la celebración.  

Por ello no se puede celebra todos los días “misas de difuntos” aunque tengamos todos los días intenciones por difuntos, con ornamentos morados o negros, con lecturas del leccionario de difuntos, pues contradice el sentido de la celebración litúrgica, atenta contra la piedad y reverencia del celebrante y contra la devoción de los fieles, es un abuso litúrgico que no se debe permitir, so pretexto de “ser cercano y pastoral”.

Propio del “ars celebrandi” que deberá ser una de las prioridades de los sacerdotes, sobre todo los que tienen cura de almas, es celebrar la liturgia según las normas de la Iglesia. Como decía el Papa Benedicto XVI: “El primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo. El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio” (Sacramentum caritatis n 38)