viernes, 26 de marzo de 2021


 

Novedades del Misal Romano (tercera edición) para la celebración de la Semana Santa y el tiempo pascual

 

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

1.    El diácono con el Evangeliario va en la procesión de ramos a la Iglesia para la celebración eucarística

2.    Después de proclamada la Pasión se hace una breve homilía. También se puede observar un espacio de silencio sagrado

3.    Oración sobre el pueblo al final (propuesta)

 

Jueves Santo:  Santa Misa de la Cena del Señor

1.    Para el lavatorio de los pies se dice “los designados para el rito”, ya no tienen que ser varones designados

2.    Se introduce en este día el Canon Romano, como una indicación para usarlo, antes que las otras plegarias eucarísticas

3.    La procesión del Santísimo Sacramento hasta la capilla de adoración (o monumento eucarístico) lo acompañan con cirios encendidos varios  ministros y fieles. Delante de Santísimo que lleva el sacerdote, va el turiferario con el turíbulo humeante

4.    Si en ese templo no se celebra el Viernes Santo, no se hace este rito de traslado y sólo se reserva en el tabernáculo como de costumbre

 

Viernes Santo en la Pasión del Señor

1.    No se celebra ningún sacramento salvo la Penitencia y la Unción de los enfermos, a quien lo solicite

2.    Al inicio con las manos extendidas sin decir Oremos, hace la oración inicial

3.    Después de la proclamación de la Pasión se hace una breve homilía y se invita a los fieles a que hagan un espacio de silencio

4.    Para la adoración de la Cruz, después de la entrada solemne de la Cruz,  se deja en la entrada del presbiterio y el sacerdote solo se acerca, si lo juzga oportuno, se quita la casulla y los zapatos y lo venera. Después lo harán los ministros y luego todos los fieles

5.    Durante la adoración se cantan los cantos propuestos y al final el “Stabat Mater” como una memoria de la presencia de la Madre

 

Santa Misa de Vigilia Pascual

1.    En el lucernario, el sacerdote enciende su cirio del Cirio pascual, después que el diácono proclama el primer: “Luz de Cristo” y luego en (la puerta del templo) el diácono proclama el segundo “Luz de Cristo”, los fieles encienden los suyos

2.    Antes del Cordero de Dios, el sacerdote exhorta a los neófitos sobre el valor del don eucarístico que van a recibir, culmen de su iniciación

3.    Conviene que en este día con el permiso del ordinario del lugar y si las circunstancias lo permiten, todos los fieles reciban la comunión bajo las dos especies

 

Solemnidad de Pentecostés

1.    Hay un formulario de Misa de vigilia y está desarrollado en forma de vigilia, a semejanza de la Vigilia Pascual

 

viernes, 19 de febrero de 2021


 


“El venerable sacramento de la Cuaresma”

 

Hace dos días hemos iniciado el tiempo de preparación para la Pascua, tiempo fuerte para convertirnos cada vez más al Señor, para dejar nuestra debilidades y pecados. La liturgia nos propone este tiempo con cierta urgencia “este es el tiempo de gracia, ahora es el tiempo de la salvación” (cfr 2 Co 6, 2)

Pero quiero que podamos reflexionar sobre el sentido de este tiempo a la luz de la oración del primer domingo de Cuaresma, que en el Misal en latín dice: “concéde nobis, omnipotens Deus, ut per annua quadragesimális exercítia sacramenti”; se habla del “sacramento del ejercicio cuaresmal”. Es una pena que en algunas traducciones, no se haya conservado la traducción más fiel al original.  

¿Por qué la Iglesia nos presenta así este tiempo? ¿Cómo un sacramento? Sabemos de la riqueza del término “sacramento” en la teología en general y para la litúrgica en particular; el sacramento es una realidad instituida por el Señor, signo sensible que comunica la gracia, que tiene una realidad visible y otra invisible, es eficaz por la fuerza divina, que hace presente la acción de Dios en medio de su pueblo. El lenguaje teológico lo utiliza en sentido más amplio, que sólo reducido a los siete sacramentos de la Iglesia; se utiliza para el mismo Señor “Sacramento del Padre”, para la Iglesia “sacramento universal de salvación”, y para otras realidades.

Podemos decir que la institución de la Cuaresma, como muchas realidades de la liturgia, no son invención humana sino nos vienen por medio de la Tradición de la Iglesia; nos viene desde los Apóstoles, como parte del Sagrado Depósito que nos han trasmitido. Por eso es que la liturgia lo llama “sacramento del ejercicio cuaresmal”; por ello es tan venerada y apreciada en la vida de la Iglesia y deberá ser apreciada en la vida de cada fiel. Si nosotros vivimos la Cuaresma con fe, en espíritu de conversión, entonces nos comunicará la gracia de Dios, por medio de las acciones externas a las que nos invita este tiempo, podremos ir trasformando y purificando nuestro corazón, como decía el profeta Joel “rasgad vuestros corazones, no vuestras vestiduras, convertíos al Señor, vuestro Dios” (Jl 2, 13). Si nosotros la vivimos bien, será signo eficaz de nuestra santificación.

Vivamos esta Cuaresma con espíritu de penitencia, de deseo de conversión confiando más en la gracia de Dios para liberarnos del pecado, y así será también para nosotros el venerable sacramento cuaresmal, tiempo de salvación.


lunes, 1 de febrero de 2021


 

¿Cómo se celebra a los difuntos en la Santa Misa?

La gran devoción que hay en la Iglesia por pedir por los difuntos desde los inicios de la fe puede llevar al celebrante a confundir una misa con intención de un difunto, con una misa de difuntos.

Hay que tener presente que en el Santo Sacrificio de la Misa siempre se pide por los difuntos después de las intercesiones particulares, en todas las plegarias eucarísticas, por tanto la celebración eucarística tiene un recuerdo por ellos. Por eso hay que saber distinguir bien, cuando una persona nos pide una misa con intención individual, si es por una persona difunta, hay que preguntar si es una celebración significativa de recuerdo, que pueden ser: a la semana de la muerte, al mes de la muerte, al año de la muerte (estas dos últimas muy significativas en el Perú).

No hay que confundir tampoco el rito típico de las Exequias que consta de tres estaciones que son: la oración en la capilla ardiente (o responso), la Santa Misa exequial que según la Ordenación general del Misal Romano, es la más importante (n 380) y el traslado al cementerio y sepultura. Este ritual es propio y tiene sus propias rúbricas.

El Misal romano titula “en el aniversario” en la primera sección y “en diversas conmemoraciones” en otra los formularios de difuntos; hay algunos días que no se pueden celebrar, p.e en las solemnidades del Señor, de la Virgen, de los Santos; en las fiestas de gran arraigo popular en una comunidad o en una región (OGMR 380 ss). Los domingos en las misas públicas de una parroquia o una capilla abierta a los fieles no se pueden celebrar misa de difuntos en los horarios habituales, se pueden hacer excepcionalmente en horarios no habituales.

La celebración de difuntos se celebra con los formularios mencionados, con el leccionario de difuntos, con las vestiduras de color morado o negro, no se recita ni se canta el Gloria, ni el Aleluya antes del Evangelio.

Es distinto que se solicite una misa con intención de difuntos, muy común en la devoción de los fieles, entonces si se puede incluir la intención en una misa habitual dominical de una parroquia, en una solemnidad, en una fiesta pues ahí solo se ofrece el Sacrificio eucarístico en sufragio por la salvación de esa persona, pero todo es propio de la misa que se celebra, incluso si es feria del tiempo ordinario. También se puede hacer en misas con intenciones varias o misas comunitarias con intenciones por difuntos, por salud y otros motivos. Es mejor que tampoco se mencione al difunto ni en la homilía ni en las peticiones pues no corresponde con el espíritu de la celebración.  

Por ello no se puede celebra todos los días “misas de difuntos” aunque tengamos todos los días intenciones por difuntos, con ornamentos morados o negros, con lecturas del leccionario de difuntos, pues contradice el sentido de la celebración litúrgica, atenta contra la piedad y reverencia del celebrante y contra la devoción de los fieles, es un abuso litúrgico que no se debe permitir, so pretexto de “ser cercano y pastoral”.

Propio del “ars celebrandi” que deberá ser una de las prioridades de los sacerdotes, sobre todo los que tienen cura de almas, es celebrar la liturgia según las normas de la Iglesia. Como decía el Papa Benedicto XVI: “El primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo. El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio” (Sacramentum caritatis n 38)

martes, 15 de septiembre de 2020


 

¿Cómo se proclama la Plegaria eucarística?

Si la Santa Misa es una gran plegaria de la Iglesia a Dios Padre misericordioso ofreciendo el Sacrificio del Hijo, y en esta la parte central de esa oración es la Plegaria eucarística, entonces podemos concluir que es el núcleo de toda la acción litúrgica. Está compuesta por las palabras santas que no las puede proclamar sino aquel que ha recibido el sacramento del Orden. En esta entrada quiero reflexionar cómo se deberá de proclamar esta plegaria en la liturgia, por parte del ministro ordenado.

Esta compuesta de prefacio, de la epíclesis, el relato de la Institución, las intercesiones y la doxología; se entiende como una unidad de acción, no puede ser interrumpida ni cambiada, se dice sólo una vez en cada misa. La estructura básica se encuentra ya en los Sacramentarios del siglo VI y era denominada “prex canonica”

Antes de la reforma del Concilio Vaticano II se proclamaba a media voz, como un murmullo, en señal de reverencia y de respeto, pues eran las palabras santas que no se podían recitar de cualquier manera; la recitación de esta gran plegaria nos introduce en el misterio del sacrificio de Jesús en la Cruz, por eso es el ministro ordenado el que la puede recitar, pues las proclama en persona de Cristo Cabeza de la Iglesia. Nadie se puede atribuirse el “yo o mío” que esta plegaria contiene, esas expresiones hacen referencia al yo del Señor Jesús, que es el que las pronuncia a través de su ministro.

También en el rito romano antes del Concilio, sólo se recitaba la Plegaria eucarística primera o Canon Romano, que data del siglo VII, como una señal de la continuidad de la celebración a través de los siglos. Repetición de las mismas palabras en todas las misas no para caer en la rutina y en el aburrimiento sino para generar una mayor profundización en su significado. En la legislación litúrgica actual no se permite ningún canto ni acompañamiento musical durante la misma. En el rito oriental se cierra el iconostasio (una especie de biombo delante del santuario-altar) para apartar a los ojos de los hombres el momento de la recitación de las palabras sagradas de la plegaria eucarística.

Hay que recitarla con mucha reverencia, con claridad, con gravedad, con santo temor de Dios y tienen que ser una proclamación para que se perciba que es el Señor Jesús el que las pronuncia en su acción sacrificial. Este es uno de los aspectos más importantes del “ars celebrandi” que deberá practicar el sacerdote en el momento de su servicio litúrgico, de modo que su recitación solemne y piadosa de la Plegaria eucarística permita a la asamblea rezar, hacer silencio interior y descubrir la presencia misteriosa de su Señor que se hace sacrificio redentor. Incluso si durante la celebración no se entienden bien algunas palabras, eso puede generar una atmósfera de recogimiento ante el misterio que se está realizando ante nuestros ojos.

Para ello no basta que sea una mera teatralización en la acción litúrgica, es verdad que algo de ello deberá tener, pero sobre todo el ministro lo lograra con la meditación frecuente hecha oración de las palabras que tiene que pronunciar en la celebración, tratando él mismo de ahondar en su significado, tratando de interiorizarlo, haciendo suya esta plegaria que lo unirá a la oración sacerdotal de Jesús el Señor para dejarse trasformar por El.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

 





“Epíclesis” o invocación al Espíritu Santo

En el libro de los Jueces (6, 37) Gedeón pide una señal a Dios de que por su medio va a salvar a Israel y le pide que moja el vellón que va dejar sobre la pradera toda la noche. A la mañana siguiente esta el vellón mojado y el resto de la era, seca; pero Gedeón insiste y le pide a Dios que va dejar el vellón durante la noche y que lo deje seco y el resto húmedo. Al día siguiente el vellón esta seco y la pradera humedecida por el rocío nocturno. Es una hermosa prefiguración de lo que el Señor realiza en los sacramentos en el momento de la epíclesis.

Es la invocación que hace la Iglesia para que el Espíritu Santo actúe en la economía sacramental, se realiza en varios momentos en la liturgia, pero especialmente en la de los sacramentos. Quizás una que llama mucho la atención es la del Sacramento del Matrimonio, que no se realiza sino hasta la solemne bendición que se hace dentro del rito de comunión (cuando se celebra el sacramento dentro la Eucaristía) después de la oración dominical, antes del rito de la paz y puede pasar desapercibida. El ministro dice: “Envía sobre ellos la gracia del Espíritu Santo, para que tu amor derramado en sus corazones los haga permanecer fieles en la alianza conyugal”. Y otra que llama la atención es la de la I Plegaria eucarística o “Canon Romano” en donde no hay una mención explicita al Espíritu pero el sacerdote dice: “Bendice y santifica esta ofrenda Padre, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti: que se convierta para nosotros en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado …”

Todos los sacramentos tienen epíclesis, así el bautismo la tiene en el momento de la bendición del agua, al final: “te pedimos Señor que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo descienda sobre el agua de esta fuente …” el ministro esta con las manos extendidas sobre la fuente. La confirmación en el momento de la imposición de las manos que realiza el Obispo sobre los candidatos y la fórmula del sacramento; en la Eucaristía esta antes del relato de la institución en las cuatro plegarias principales con el gesto de las manos sobre la oblata. En la Penitencia en el gesto de la imposición de las manos (al menos una) sobre el penitente y la fórmula sacramental. En la unción de los enfermos con el gesto de la imposición de las manos sobre el enfermo y la oración del sacramento que dice: “por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para libre de tus pecados te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. En el matrimonio como ya se dijo en la bendición solemne sobre los novios después de la oración dominical. En el sacramento del Orden con la imposición de manos del Obispo sobre el ordenando y con la plegaria de ordenación en los tres grados: episcopado, presbiterado y diaconado.     

La acción del Espíritu es fundamental en los sacramentos pues si bien el autor principal es el Señor Jesús, Sacerdote Eterno, el Espíritu colabora con El trasformando la acción del ministro en momento de salvación, trasformando la materia del sacramento en medio de salvación. San Agustín decía “la palabra se aplica al elemento, y se hace el sacramento”. Esta palabra pronunciada por el ministro, tiene su eficacia por la acción del Espíritu que la vivifica.

Hay gestos epicléticos que acompañan estos momentos, como son: el extender las manos sobre las especies eucarísticas, sobre la persona que va a recibir el sacramento, la inclinación profunda del celebrante.

El Espíritu nos prepara para recibir la gracia de Dios y también con su poder hace eficaz los gestos litúrgicos sacramentales para que realicen lo que significan “ex opere operato”. También nos permite acoger esa gracia y poder con ella dar testimonio del Señor en nuestra vida cristiana.

 

lunes, 24 de septiembre de 2018


Presbiterio

Se haya separado de la nave por medio de un diseño arquitectónico, está en la parte delantera del templo, verticalmente al extremo de la puerta de entrada. Es todo el entorno en donde deberá enfocarse naturalmente la mirada de los fieles, se distingue de la nave por su elevación o estructura distinta, en él están el altar, el ambón y la sede presidencial. Sólo acceden a él los ministros ordenados, los ayudantes y los lectores que proclaman la Palabra de Dios



Nave

Es el lugar en donde permanecen los fieles que puedan ver y participar de las celebraciones litúrgicas que se realizan en el templo, deberá ser amplio y con lugares para que se puedan sentar, arrodillar y estar de pie de manera cómoda. Se distingue claramente del presbiterio, tiene relación con este pues forman una misma área sagrada. Está dividido por pasillos que permitan el traslado de los mismos y su distribución en todo el espacio



Confesionario

También se conoce como la sede penitencial, es el lugar en donde se celebra el sacramento de la Penitencia que deberá estar adecuado en una parte del templo discreta y silenciosa en donde los fieles se puedan preparar en silencio y meditación para participar de este sacramento. El confesionario como lugar litúrgico deberá permitir al penitente poder arrodillarse frente al ministro, confesar sus pecados y recibir la absolución. El ministro deberá ser visto como signo de la bondad de Dios que sale a perdonar al pecador; el confesionario permitirá la posibilidad de confesarse por medio de la rejilla o cara a cara con el ministro





sábado, 22 de septiembre de 2018


                                                       Ambón

Es el lugar en donde se proclama las lecturas de la Biblia, Palabra de Dios. El Ambón es un lugar, no un mueble, en donde se proclama la Palabra de Dios a la asamblea, en donde Dios habla a su pueblo, de allí que tenga junto con el altar y la sede un lugar destacado en la arquitectura del templo. 

El ambón deberá estar destacado como un lugar en donde se pueda proclamar con claridad y dignidad la Palabra, deberá ser estable, no un mueble que se quite y se ponga cuando moleste. Así el lugar de la Palabra deberá permanecer incluso cuando no hay celebración.  Además deberá ser un lugar destacado, por la dignidad de su función; destacado y separado del altar, como otro de los  puntos de atención en la celebración. Deberá ser un lugar visible, para que el lector pueda ser visto y escuchado por toda la asamblea reunida.



                                                        Sede

La sede presidencial como comúnmente se le conoce, es el lugar en donde preside la celebración litúrgica el ministro ordenado, ya sea de pie delante de ella o sentado.  La sede es el lugar propio del ministro ordenado, que representa al Señor Jesús que es Cabeza de la Iglesia, y que es nuestro mediador ante el Padre. Es el Señor Maestro que a través de su ministro nos habla y nos enseña las verdades de la fe. El sacerdocio es un don por el cual queda el que lo recibe, configurado a Cristo Pastor y Sacerdote de su pueblo; el sacerdote es, como decía el Papa San Juan Pablo II, “un ícono (imagen, figura) del Señor Jesús en medio de sus hermanos” (cfr. Pastores dabo vobis), y deberá ser entendido y vivido como un servicio en favor de los demás (cfr Mc 10, 45).

La sede tiene que tener un lugar fijo, estable, de preferencia no se debería mover. No puede ser una silla cualquiera, deberá ser grande, solemne, sin parecer un trono, para significar que allí está presente el Señor por medio de su ministro, presidiendo, dirigiendo la oración, animando a la comunidad que se reúne en su Nombre, para dar culto a Dios su Padre en el Espíritu Santo. La homilía según la OGMR se puede hacer desde la sede o el ambón,  es más simbólico hacerla sentado en la sede.

Para poder presidir desde la sede los ritos iniciales, la liturgia de la Palabra y los ritos conclusivos deberá haber un facistol o atril sencillo para poder colocar el libro de la sede o el misal