viernes, 18 de abril de 2014

Algunos apuntes sobre el Jueves Santo



Jueves Santo: introducción al Triduo Pascual


I) Sentido de la liturgia:

Esta celebración está centrada sobre la Ultima Cena que el Señor Jesús compartió con los Apóstoles y en la que instituyó el rito de la Nueva Cena Pascual: el sacramento de Eucaristía. Aquí se recuerda además la institución del sacramento del Orden Sagrado  y el mandamiento de la caridad.

El dinamismo de la celebración está centrado sobre el paso de la Antigua Alianza a la Nueva Alianza y lo que era figura es ahora realidad en la Nueva Alianza, el Cordero de la pascua judía es ahora Cristo el Verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Se celebra con el color blanco y se reviste de “cierta solemnidad”  pues es todavía la introducción a lo que vamos a celebrar.

El rito del lavatorio de los pies es muy expresivo del sentido de toda la vida del Señor Jesús: el servicio amoroso por nuestra reconciliación (cfr Filp 2, 5ss). Servicio que todo cristiano deberá vivir, pero particularmente los Obispos y sacerdotes, ministros suyos.

El traslado del copón con las hostias consagradas hacia el Monumento al final de la Misa para adorar al Señor Jesús realmente presente en el sacramento de la Eucaristía nos invita a descubrirlo en este sacramento, presente en el Sagrario del templo y como en él se nos da como alimento.

II) Algunas indicaciones:

Hoy se puede hacer como devoción la visita a los 7 monumentos de distintas iglesias, se trata de visitar el lugar en donde se reserva la Eucaristía,  sacramento de la presencia real del Señor, para acompañarlo en esas estaciones por donde pasó antes de padecer (del huerto a la casa de Anás, de esta a la Caifás, de la de Caifás al palacio de Pilatos, etc).

También sería bueno acompañar con nuestra adoración y oración al Señor en el monumento eucarístico, por espacio de un momento largo durante la noche de Jueves para el Viernes; en la tradición católica es de una hora, para responder la pregunta del Señor: “Pedro ¿duermes? ¿ni una hora has podido velar?” ( Mc 14, 37); pero por razones diversas puede ser menos tiempo.

Hoy se pueda ganar la Indulgencia Plenaria con las debidas condiciones y  cantando el himno “Tantum ergo” frente al Monumento eucarístico después de la Misa de la Cena del Señor.  

sábado, 29 de marzo de 2014





Es el Sacramento del Perdón

Ayer si difundió la imagen en donde SS Francisco en el marco de la celebración penitencial en la Basílica de San Pedro, el mismo quiso recibir el sacramento del perdón del Señor. Que hermosa imagen!!

Para descubrir la importancia de este Sacramento del amor de Dios, para reconocer que todos somos pecadores y necesitamos el perdón, que es el momento del encuentro con Jesús que como el padre del hijo prodigo nos abraza con amor misericordioso. Para descubrir que el sacerdote es imagen del Señor y que actúa en su Nombre, tal es su dignidad.

Que esta Cuaresma sea ocasión para acercarnos a este Sacramento y prepararnos para la gran fiesta de la Pascua del Señor

jueves, 13 de marzo de 2014



             Felicitaciones Santo Padre Francisco
En este primer aniversario de su elección como Sucesor del Apóstol Pedro, Vicario de Cristo en la tierra, Obispo de Roma, Siervo de los siervos de Dios. Que Dios lo bendiga abundantemente
Ad multus annus

viernes, 21 de febrero de 2014



Meditación diaria del Santo Padre Francisco sobre la liturgia y la misa, breve pero muy sustanciosa
Lunes 10 de febrero de 2014

A misa no se va con el reloj en la mano, como si se debieran contar los minutos o asistir a una representación. Se va para participar en el misterio de Dios. Y esto es válido también para quienes vienen a Santa Marta a la misa celebrada por el Papa, que, dijo en efecto el Pontífice el lunes 10 de febrero, a los fieles presentes en la capilla de su residencia, «no es un paseo turístico. ¡No! Vosotros venís aquí y nos reunimos aquí para entrar en el misterio. Y ésta es la liturgia».
Para explicar el sentido de este encuentro cercano con el misterio, el Papa Francisco recordó que el Señor habló a su pueblo no sólo con palabras. «Los profetas —dijo— referían las palabras del Señor. Los profetas anunciaban. El gran profeta Moisés dio los mandamientos, que son palabra del Señor. Y muchos otros profetas decían al pueblo aquello que quería el Señor». Sin embargo, «el Señor —añadió— habló también de otra manera y de otra forma a su pueblo: con las teofanías. Cuando Él se acerca al pueblo y se hace sentir, hace sentir su presencia precisamente en medio del pueblo». Y recordó, además del episodio propuesto por la primera lectura (1 Re 8, 1-7.9-13), algunos pasajes referidos a otros profetas.
«Sucede lo mismo también en la Iglesia» —explicó el Papa—. El Señor nos habla a través de su Palabra, recogida en el Evangelio y en la Biblia; y a través de la catequesis, de la homilía. No sólo nos habla, sino que también «se hace presente —precisó— en medio de su pueblo, en medio de su Iglesia. Es la presencia del Señor. El Señor que se acerca a su pueblo; se hace presente y comparte con su pueblo un poco de tiempo». Esto es lo que sucede durante la celebración litúrgica que ciertamente «no es un buen acto social —explicó una vez más el obispo de Roma— y no es una reunión de creyentes para rezar juntos. Es otra cosa» porque «en la liturgia eucarística Dios está presente» y, si es posible, se hace presente de un modo aún «más cercano». Su presencia, dijo nuevamente el Papa, «es una presencia real».
Y «cuando hablo de liturgia —puntualizó el Pontífice— me refiero principalmente a la santa misa. Cuando celebramos la misa, no hacemos una representación de la Última Cena». La misa «no es una representación; es otra cosa. Es propiamente la Última Cena; es precisamente vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo».
Así, el Papa Francisco volvió a proponer, como lo hace a menudo, un comportamiento común en los fieles: «Nosotros escuchamos o decimos: “pero, yo no puedo ahora, debo ir a misa, debo ir a escuchar misa”. La misa no se escucha, se participa. Y se participa en esta teofanía, en este misterio de la presencia del Señor entre nosotros». Es algo distinto de las otras formas de nuestra devoción, precisó nuevamente poniendo el ejemplo del belén viviente «que hacemos en las parroquias en Navidad, o el vía crucis que hacemos en Semana Santa». Éstas, explicó, son representaciones; la Eucaristía es «una conmemoración real, es decir, es una teofanía. Dios se acerca y está con nosotros y nosotros participamos en el misterio de la redención».
El Pontífice se refirió luego a otro comportamiento muy común entre los cristianos: «Cuántas veces —dijo— contamos los minutos... “tengo apenas media hora, tengo que ir a misa...”». Ésta «no es la actitud propia que nos pide la liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos entrar allí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj. La liturgia es precisamente entrar en el misterio de Dios; dejarnos llevar al misterio y estar en el misterio».
Y, dirigiéndose precisamente a los presentes en la celebración continuó así: «Por ejemplo, yo estoy seguro de que todos vosotros venís aquí para entrar en el misterio. Tal vez, sin embargo, alguno dijo “yo tengo que ir a misa a Santa Marta, porque el itinerario turístico de Roma incluye ir a visitar al Papa a Santa Marta todas las mañanas....”. ¡No! Vosotros venís aquí, nosotros nos reunimos aquí, para entrar en el misterio. Y esto es la liturgia, el tiempo de Dios, el espacio de Dios, la nube de Dios que nos envuelve a todos».
El Papa Francisco compartió con los presentes algunos recuerdos de su infancia: «Recuerdo que siendo niño, cuando nos preparábamos para la Primera Comunión, nos hacían cantar “Oh santo altar custodiado por los ángeles”, y esto nos hacía comprender que el altar estaba custodiado por los ángeles, nos daba el sentido de la gloria de Dios, del espacio de Dios, del tiempo de Dios. Y luego, cuando hacíamos el ensayo para la Comunión, llevábamos las hostias para el ensayo y nos decían: “mirad que éstas no son las que recibiréis; éstas no valen nada, porque luego estará la consagración”. Nos hacían distinguir bien una cosa de la otra: el recuerdo de la conmemoración». Por lo tanto, celebrar la liturgia significa «tener esta disponibilidad para entrar en el misterio de Dios», en su espacio, en su tiempo.
Y, llegando ya a la conclusión, el Pontífice invitó a los presentes a «pedir hoy al Señor que nos done a todos este sentido de lo sagrado, este sentido que nos haga comprender que una cosa es rezar en casa, rezar en la iglesia, rezar el rosario, recitar muchas y hermosas oraciones, hacer el vía crucis, leer la Biblia; y otra cosa es la celebración eucarística. En la celebración entramos en el misterio de Dios, en esa senda que nosotros no podemos controlar: sólo Él es el único, Él es la gloria, Él es el poder. Pidamos esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de Dios».


domingo, 1 de diciembre de 2013

4 de diciembre: 50 aniversario de la Sacrosantum Concilium

El 4 de diciembre del 2013 se celebra los 50 años de la promulgación de este importante documento conciliar, con el que se inició la renovación litúrgica que no termina hasta ahora y que ha traído tantos frutos de santidad para el pueblo de Dios. Este aniversario deberá ser también ocasión de aunar esfuerzos para esa renovación en continuidad de la liturgia, obra por excelencia de la Iglesia, en donde se manifiesta su ser y misión, donde Dios santifica a los hombres y los hombres le dan gloria y alabanza siga con intensidad.  Para no caer víctimas de una interpretación equívoca o caprichosa sino auténtica al deseo de los padres conciliares

Que importante será conocer la letra y el espíritu de este documento para poder celebrar nuestra fe como un encuentro con el Señor glorificado. Que pastores y fieles podamos participar activa y reverentemente en la Sagrada Liturgia por medio de gestos y palabras, silencio y recogimiento, atención y escucha para crecer en nuestra fe y en nuestro seguimiento del Señor. La liturgia católica es hermosa, con esa hermosura que brota de aquel que es la Verdad Suma, por ello que cada celebración sea un momento intenso de Vida, de Luz, de nutrirnos para vivir en nuestra vida cotidiana

También sea ocasión de dar gracias a Dios por esta constitución,  fruto conciliar de primer orden.  Laus Deo 

viernes, 11 de octubre de 2013

             Las vestiduras para celebrar los Sacramentos

Para celebrar los Sacramentos fuera de la Santa Misa y los Sacramentales, las vestiduras litúrgicas que se deben vestir se nos dice en los libros litúrgicos : el alba, el cíngulo y la estola, y además se puede poner la capa pluvial o también la sotana, el sobrepelliz y la estola y también se puede la capa pluvial.  Ponerse la estola sobre la ropa común incluso sobre el cleryman o la sotana no es correcto,  ni para bendecir, hacer responsos o celebrar un sacramento.
El hábito talar o sotana es una de las vestimentas clásicas del clero católico desde hace siglos, es un signo muy elocuente de la total disponibilidad y donación que hace el sacerdote a su ministerio y al Señor. Incluso se usan los colores oscuros,  especialmente el negro,  para que no quepa vanidad  ni ostentación, para que sea lo más sobrio y discreto posible. Antiguamente el color negro era más rudo, simple y  barato que las telas de colores que eran más costosas.
En el caso de los religiosos o religiosas el hábito particular de su congregación es lo usual y típico, incluso en el caso de los clérigos religiosos pueden usar el hábito con algunos privilegios en la celebraciones litúrgicas.
Qué bueno es ver a un sacerdote con su hábito o su sotana por la calle, eso nos lo identifica como un ministro de Jesucristo al servicio del pueblo de Dios. Es verdad que el hábito no hace al monje, pero cuanto lo ayuda y nos ayuda a los demás a ver esos signos de la presencia de Dios o de la Iglesia,  en medio de la sociedad moderna







jueves, 19 de septiembre de 2013





Con ocasión de una ordenación episcopal S.E.R Mons. Braulio Rodriguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España escribió este texto de mucha riqueza teológica, litúrgica y espiritual



Escrito episcopal para el domingo 15 de septiembre,
con ocasión de la ordenación episcopal de D. Ángel Fernández Collado

 La benevolencia del Santo Padre y su preocupación por todas las Iglesias tendrá una concreción en la Iglesia de Toledo el domingo 15 de septiembre, cuando los Obispos presentes en la Catedral impongamos las manos sobre la cabeza de D. Ángel Fernández Collado y sea ordenado Obispo Auxiliar de la Archidiócesis. Entrará de este modo en el Colegio Apostólico con la autoridad del Papa Francisco. Como Iglesia en Toledo os invito a dar gracias a Su Santidad por D. Ángel; ayuda para mí y para vosotros. El ministerio episcopal será, pues, ejercido por el nuevo Obispo en nuevos campos de acción pastoral.

Os pido vuestra oración ante el Señor por este hermano; os recuerdo que el sacramento del Orden se confiere mediante la imposición de manos y la oración. La imposición de manos se realiza en silencio, porque la palabra humana enmudece en este momento. El alma del está siendo ordenado se abre al silencio de Dios, cuya mano se alarga hacia él, hombre débil como todos, lo toma para sí y, a la vez, lo cubre para protegerlo, de modo que sea propiedad de Dios, le pertenezca del todo y le introduzca a los hombres en las manos de Dios.

Como es lógico, a lo largo de mis 25 años episcopales, he ordenado con otros prelados a unos cuantos Obispos; pero será la primera vez que presidiré esta impresionante celebración, una vez haya sido leído el mandato apostólico que nos permite la ordenación de D. Ángel. La oración que sigue a la imposición de las manos es de una profundidad grande. La ordenación episcopal es en realidad un acontecimiento de oración. Ningún hombre puede hacer a otro sacerdote u obispo. Es el Señor mismo quien, a través de la palabra de oración y del gesto de la imposición de las manos, asume a este hombre totalmente a su servicio y lo atrae a su propio sacerdocio. Jesucristo mismo consagra a sus elegidos. Él, Sumo Sacerdote, le concede la participación en su sacerdocio, para que su Palabra y su obra salvífica estén presentes en todos los tiempos. Quienes estéis en la Catedral o sigáis la ordenación por el Canal Diocesano, fijaos el momento en el que, durante la oración consecratoria, se abre sobre el candidato el Evangeliario, el libro de la Palabra de Dios. El Evangelio debe penetrar en él, invadirlo, pues Cristo mismo es el Evangelio.

El consagrado debe ser colmado, pues, del Espíritu de Dios y vivir a partir de Él. Debe llevar a los pobres el alegre anuncio, la verdadera libertad y la esperanza que permite vivir al hombre y lo sana. La ordenación no es una toma de posesión, de un poder que encumbra al Obispo. Su sacerdocio no es dominio, sino servicio. Por eso se le pide al Obispo ordenado fidelidad, pues se le ha confiado un gran bien, que no le pertenece. La Iglesia, como repetía Benedicto XVI, no es la Iglesia nuestra, sino la Iglesia de Jesús, la Iglesia de Dios. No atamos a los hombres a nosotros; no trabajamos para nosotros, sino que conducimos a los hombres hacia Jesucristo y así al Dios vivo.

Al que es ordenado Obispo se le pide también la prudencia, que no es astucia o dotes para engañar y persuadir; es una virtud que indica el primado de la verdad como criterio de nuestra actuación. Unido a esto, el que sirve a Jesucristo en el ministerio episcopal es bondadoso, según aquella parábola de Jesús, en la que dice: “Siervo bueno y fiel…, entra en el gozo de tu señor” (Mt 25, 21.23). Bueno, en sentido pleno, es sólo Dios. Él es el Bien, el Bueno por excelencia, la Bondad en persona. Por ello, en una criatura –en el hombre- el ser bueno se basa necesariamente en una profunda orientación interior hacia Dios. De ahí que la bondad crece en nosotros uniéndonos interiormente al Dios vivo. Nos convertimos en siervos buenos mediante nuestra relación viva con Jesucristo.

Para el nuevo Obispo Auxiliar, D. Ángel, pedimos al Señor fidelidad y bondad, junto con la prudencia a la hora de gobernar según el estilo de Jesucristo. A la Madre Dolorosa, que sufrió por la pasión y muerte de su Hijo y por los pecados de los hombres, confiados también a su maternal intercesión, la acompañamos hoy y la invocamos en la Iglesia de Toledo, para que el ministerio episcopal del nuevo Obispo sea gracia y servicio del Señor.


+ Braulio Rodríguez Plaza

Arzobispo de Toledo

Primado de España