viernes, 12 de abril de 2013




 Arte de celebrar la Liturgia




Quiero compartirles que me anime a poner este titulo al blog pues creo que no es tan fácil celebrar nuestra hermosa liturgia católica desde el lado del ministro celebrante ni de los fieles que participan plena, consciente  y activa, como nos pide la Sacrosantum Concilium (n. 14).
Creo que es un arte: “habilidad para hacer algo bien”  que no es tan fácil,  pues implica por un lado saber las reglas, normas, rúbricas de los distintos libros litúrgicos, que hay veces no las tenemos todas en la cabeza, o se nos olvidan, o las entendemos a medias. Hay algunos ministros que  tiene “pavor” a estas, mandadas por la Iglesia,  como si fuesen estructuras opresivas que nos impiden actuar con libertad, que nos ponen incómodos y tensos. No descubren que son lineamientos, pistas  que nos ayudan a realizar lo que debemos hacer bien, de manera elegante y bella. Hay un gran desconocimiento de las rúbricas por parte de muchos ministros celebrantes y es una exigencia de nuestro ministerio el conocerlas e interpretarlas bien.
Por otro lado porque el gran Agente de la liturgia no somos nosotros, sino Dios mismo por medio de su Espíritu deberá ser el gran maestro o director de orquesta de lo que hacemos, es decir el ministro tiene que estar atento, dócil y inspirado de El para poder actuar “in persona Christi”. De ahí que la Iglesia insista en una preparación remota y otra próxima a la celebración litúrgica de parte del ministro;  la primera implica una vida de gracia, de esfuerzo por la santidad, de combate espiritual serio y la segunda el silencio, de la concentración, el don de la piedad y el temor (= la reverencia),  para acercarse al misterio sagrado. Cuando el instrumento es de mayor calidad y fino,  el Autor puede hacer con él maravillas;  es como un buen bisturí en las manos del mejor cirujano del mundo o un buen martillo en las manos de un carpintero.  
Celebrar la Liturgia no es simplemente una repetición de acciones de manera mecánica y rutinizada sino dejar que Dios se haga presente, dejarlo actuar a través de nuestro ministerio, a través de los signos y símbolos que El ha querido integrar en su acción como son los ministros, gestos, posturas, el canto, el silencio, etc. Es abrirnos al misterio de lo Sagrado, dejar que Dios se haga presente en nuestro aquí y ahora, que El venga a salvarnos, a iluminarnos, a sacarnos de nuestra pequeñez y introducirnos en lo infinito. La liturgia es Vida, es Verdad, es Presencia que irrumpe en nuestro caminar para transformarnos. De eso se trata en dejarse tocar, invadir por el Eternamente Otro que es Dios. Es por eso que en la liturgia se habla de “actualización”, “hacer presente”, “memorial” de lo que ha pasado y pasa ahora, no es sólo un recuerdo o una teatralización de algo pasado y lejano.
Si como ministros nos disponemos así a participar de la Liturgia,  entonces en verdad será para cada uno de nosotros, encuentro con Aquel que nos ha llamado,  celebración de fe, de vida, de amor,  momento a lo largo del  día de hacer un alto y contemplar cara a cara el Sol de salvación que trae la salud en sus alas (cfr Mal 3, 20).
Permítanme decirles que la participación de los fieles lo dejaremos para otra oportunidad
  

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