Arte de celebrar la Liturgia
Quiero
compartirles que me anime a poner este titulo al blog pues creo que no es tan
fácil celebrar nuestra hermosa liturgia católica desde el lado del ministro
celebrante ni de los fieles que participan plena, consciente y activa, como nos pide la Sacrosantum
Concilium (n. 14).
Creo que es
un arte: “habilidad para hacer algo bien”
que no es tan fácil, pues implica
por un lado saber las reglas, normas, rúbricas de los distintos libros
litúrgicos, que hay veces no las tenemos todas en la cabeza, o se nos olvidan,
o las entendemos a medias. Hay algunos ministros que tiene “pavor” a estas, mandadas por la Iglesia,
como si fuesen estructuras opresivas que
nos impiden actuar con libertad, que nos ponen incómodos y tensos. No descubren
que son lineamientos, pistas que nos
ayudan a realizar lo que debemos hacer bien, de manera elegante y bella. Hay un
gran desconocimiento de las rúbricas por parte de muchos ministros celebrantes
y es una exigencia de nuestro ministerio el conocerlas e interpretarlas bien.
Por otro
lado porque el gran Agente de la liturgia no somos nosotros, sino Dios mismo
por medio de su Espíritu deberá ser el gran maestro o director de orquesta de
lo que hacemos, es decir el ministro tiene que estar atento, dócil y inspirado
de El para poder actuar “in persona Christi”. De ahí que la Iglesia insista en
una preparación remota y otra próxima a la celebración litúrgica de parte del
ministro; la primera implica una vida de
gracia, de esfuerzo por la santidad, de combate espiritual serio y la segunda el
silencio, de la concentración, el don de la piedad y el temor (= la reverencia),
para acercarse al misterio sagrado. Cuando
el instrumento es de mayor calidad y fino, el Autor puede hacer con él maravillas; es como un buen bisturí en las manos del mejor
cirujano del mundo o un buen martillo en las manos de un carpintero.
Celebrar la
Liturgia no es simplemente una repetición de acciones de manera mecánica y
rutinizada sino dejar que Dios se haga presente, dejarlo actuar a través de
nuestro ministerio, a través de los signos y símbolos que El ha querido
integrar en su acción como son los ministros, gestos, posturas, el canto, el
silencio, etc. Es abrirnos al misterio de lo Sagrado, dejar que Dios se haga
presente en nuestro aquí y ahora, que El venga a salvarnos, a iluminarnos, a
sacarnos de nuestra pequeñez y introducirnos en lo infinito. La liturgia es
Vida, es Verdad, es Presencia que irrumpe en nuestro caminar para transformarnos.
De eso se trata en dejarse tocar, invadir por el Eternamente Otro que es Dios. Es
por eso que en la liturgia se habla de “actualización”, “hacer presente”, “memorial”
de lo que ha pasado y pasa ahora, no es sólo un recuerdo o una teatralización
de algo pasado y lejano.
Si como
ministros nos disponemos así a participar de la Liturgia, entonces en verdad será para cada uno de
nosotros, encuentro con Aquel que nos ha llamado, celebración de fe, de vida, de amor, momento a lo largo del día de hacer un alto y contemplar cara a cara
el Sol de salvación que trae la salud en sus alas (cfr Mal 3, 20).
Permítanme
decirles que la participación de los fieles lo dejaremos para otra oportunidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario