sábado, 10 de enero de 2015



Fiesta del Bautismo del Señor

Con esta fiesta concluye el tiempo de Navidad-Epifanía, que  muchos fieles creen que es sólo el 25 de diciembre y basta. Es bueno hablar de este tiempo como una gran manifestación del Señor que viene a salvarnos, de una gran Epifanía:  en el portal de Belén a los pastores, a Simeón y Ana en el templo, a los Sabios venidos de Oriente, en su Bautismo por Juan, en las Bodas de Caná convirtiendo el agua en vino por petición de la Madre.

Pero esta fiesta, que tanto impresiona a los orientales es una hermosa manifestación del Señor,  pues al entrar en el rito de purificación del Bautista para los pecadores,  quiere ponerse a la cola, no porque tuviese que purificarse de algo, pues El no cometió pecado, sino quiso hacerse solidario con nosotros, quiso asumir la condición pecadora de la humanidad para cargarla sobre sí. Por eso según el relato de Juan evangelista,  el Bautista lo llama “el Cordero de Dios” pues carga todo el pecado de la humanidad para perdonarlo en la Cruz. Dice el Catecismo: “se inicia su ministerio de Siervo Sufriente anunciado por Isaías”

Este rito de purificación de Juan no es el sacramento del Bautismo que el mismo Señor va a instituir en su Iglesia para el perdón de los pecados, era simplemente un rito de purificación, de penitencia, de conversión.

Por otro lado hay una Teofanía de la Santísima Trinidad con la voz del Padre que lo reconoce como su Hijo amado, la acción del Espíritu que colma y llena al Mesías y el Verbo Encarnado en el agua. Como dice el Catecismo en el inicio del ministerio público del Señor está Dios mismo, Dios Amor.

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