¿Cómo se proclama la Plegaria eucarística?
Si la Santa Misa es una
gran plegaria de la Iglesia a Dios Padre misericordioso ofreciendo el Sacrificio
del Hijo, y en esta la parte central de esa oración es la Plegaria eucarística,
entonces podemos concluir que es el núcleo de toda la acción litúrgica. Está
compuesta por las palabras santas que no las puede proclamar sino aquel que ha
recibido el sacramento del Orden. En esta entrada quiero reflexionar cómo se deberá
de proclamar esta plegaria en la liturgia, por parte del ministro ordenado.
Esta compuesta de
prefacio, de la epíclesis, el relato de la Institución, las intercesiones y la doxología;
se entiende como una unidad de acción, no puede ser interrumpida ni cambiada, se
dice sólo una vez en cada misa. La estructura básica se encuentra ya en los
Sacramentarios del siglo VI y era denominada “prex canonica”
Antes de la reforma del
Concilio Vaticano II se proclamaba a media voz, como un murmullo, en señal de
reverencia y de respeto, pues eran las palabras santas que no se podían recitar
de cualquier manera; la recitación de esta gran plegaria nos introduce en el
misterio del sacrificio de Jesús en la Cruz, por eso es el ministro ordenado el
que la puede recitar, pues las proclama en persona de Cristo Cabeza de la
Iglesia. Nadie se puede atribuirse el “yo o mío” que esta plegaria contiene,
esas expresiones hacen referencia al yo del Señor Jesús, que es el que las
pronuncia a través de su ministro.
También en el rito romano
antes del Concilio, sólo se recitaba la Plegaria eucarística primera o Canon
Romano, que data del siglo VII, como una señal de la continuidad de la
celebración a través de los siglos. Repetición de las mismas palabras en todas
las misas no para caer en la rutina y en el aburrimiento sino para generar una
mayor profundización en su significado. En la legislación litúrgica actual no
se permite ningún canto ni acompañamiento musical durante la misma. En el rito
oriental se cierra el iconostasio (una especie de biombo delante del
santuario-altar) para apartar a los ojos de los hombres el momento de la
recitación de las palabras sagradas de la plegaria eucarística.
Hay que recitarla con
mucha reverencia, con claridad, con gravedad, con santo temor de Dios y tienen
que ser una proclamación para que se perciba que es el Señor Jesús el que las
pronuncia en su acción sacrificial. Este es uno de los aspectos más importantes
del “ars celebrandi” que deberá practicar el sacerdote en el momento de su
servicio litúrgico, de modo que su recitación solemne y piadosa de la Plegaria eucarística
permita a la asamblea rezar, hacer silencio interior y descubrir la presencia misteriosa
de su Señor que se hace sacrificio redentor. Incluso si durante la celebración no
se entienden bien algunas palabras, eso puede generar una atmósfera de recogimiento
ante el misterio que se está realizando ante nuestros ojos.
Para ello no basta que
sea una mera teatralización en la acción litúrgica, es verdad que algo de ello
deberá tener, pero sobre todo el ministro lo lograra con la meditación
frecuente hecha oración de las palabras que tiene que pronunciar en la
celebración, tratando él mismo de ahondar en su significado, tratando de
interiorizarlo, haciendo suya esta plegaria que lo unirá a la oración
sacerdotal de Jesús el Señor para dejarse trasformar por El.
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