“El venerable sacramento de la Cuaresma”
Hace dos días hemos
iniciado el tiempo de preparación para la Pascua, tiempo fuerte para convertirnos
cada vez más al Señor, para dejar nuestra debilidades y pecados. La liturgia
nos propone este tiempo con cierta urgencia “este es el tiempo de gracia, ahora
es el tiempo de la salvación” (cfr 2 Co 6, 2)
Pero quiero que podamos
reflexionar sobre el sentido de este tiempo a la luz de la oración del primer
domingo de Cuaresma, que en el Misal en latín dice: “concéde nobis,
omnipotens Deus, ut per annua quadragesimális exercítia sacramenti”; se
habla del “sacramento del ejercicio cuaresmal”. Es una pena que en algunas
traducciones, no se haya conservado la traducción más fiel
al original.
¿Por qué la Iglesia nos
presenta así este tiempo? ¿Cómo un sacramento? Sabemos de la riqueza del término
“sacramento” en la teología en general y para la litúrgica en particular; el
sacramento es una realidad instituida por el Señor, signo sensible que comunica
la gracia, que tiene una realidad visible y otra invisible, es eficaz por la
fuerza divina, que hace presente la acción de Dios en medio de su pueblo. El
lenguaje teológico lo utiliza en sentido más amplio, que sólo reducido a los siete
sacramentos de la Iglesia; se utiliza para el mismo Señor “Sacramento del Padre”,
para la Iglesia “sacramento universal de salvación”, y para otras realidades.
Podemos decir que la
institución de la Cuaresma, como muchas realidades de la liturgia, no son invención
humana sino nos vienen por medio de la Tradición de la Iglesia; nos viene desde
los Apóstoles, como parte del Sagrado Depósito que nos han trasmitido. Por eso
es que la liturgia lo llama “sacramento del ejercicio cuaresmal”; por ello es tan
venerada y apreciada en la vida de la Iglesia y deberá ser apreciada en la vida
de cada fiel. Si nosotros vivimos la Cuaresma con fe, en espíritu de conversión,
entonces nos comunicará la gracia de Dios, por medio de las acciones externas a
las que nos invita este tiempo, podremos ir trasformando y purificando nuestro
corazón, como decía el profeta Joel “rasgad vuestros corazones, no vuestras vestiduras,
convertíos al Señor, vuestro Dios” (Jl 2, 13). Si nosotros la vivimos bien,
será signo eficaz de nuestra santificación.
Vivamos esta Cuaresma
con espíritu de penitencia, de deseo de conversión confiando más en la gracia
de Dios para liberarnos del pecado, y así será también para nosotros el
venerable sacramento cuaresmal, tiempo de salvación.