martes, 15 de septiembre de 2020


 

¿Cómo se proclama la Plegaria eucarística?

Si la Santa Misa es una gran plegaria de la Iglesia a Dios Padre misericordioso ofreciendo el Sacrificio del Hijo, y en esta la parte central de esa oración es la Plegaria eucarística, entonces podemos concluir que es el núcleo de toda la acción litúrgica. Está compuesta por las palabras santas que no las puede proclamar sino aquel que ha recibido el sacramento del Orden. En esta entrada quiero reflexionar cómo se deberá de proclamar esta plegaria en la liturgia, por parte del ministro ordenado.

Esta compuesta de prefacio, de la epíclesis, el relato de la Institución, las intercesiones y la doxología; se entiende como una unidad de acción, no puede ser interrumpida ni cambiada, se dice sólo una vez en cada misa. La estructura básica se encuentra ya en los Sacramentarios del siglo VI y era denominada “prex canonica”

Antes de la reforma del Concilio Vaticano II se proclamaba a media voz, como un murmullo, en señal de reverencia y de respeto, pues eran las palabras santas que no se podían recitar de cualquier manera; la recitación de esta gran plegaria nos introduce en el misterio del sacrificio de Jesús en la Cruz, por eso es el ministro ordenado el que la puede recitar, pues las proclama en persona de Cristo Cabeza de la Iglesia. Nadie se puede atribuirse el “yo o mío” que esta plegaria contiene, esas expresiones hacen referencia al yo del Señor Jesús, que es el que las pronuncia a través de su ministro.

También en el rito romano antes del Concilio, sólo se recitaba la Plegaria eucarística primera o Canon Romano, que data del siglo VII, como una señal de la continuidad de la celebración a través de los siglos. Repetición de las mismas palabras en todas las misas no para caer en la rutina y en el aburrimiento sino para generar una mayor profundización en su significado. En la legislación litúrgica actual no se permite ningún canto ni acompañamiento musical durante la misma. En el rito oriental se cierra el iconostasio (una especie de biombo delante del santuario-altar) para apartar a los ojos de los hombres el momento de la recitación de las palabras sagradas de la plegaria eucarística.

Hay que recitarla con mucha reverencia, con claridad, con gravedad, con santo temor de Dios y tienen que ser una proclamación para que se perciba que es el Señor Jesús el que las pronuncia en su acción sacrificial. Este es uno de los aspectos más importantes del “ars celebrandi” que deberá practicar el sacerdote en el momento de su servicio litúrgico, de modo que su recitación solemne y piadosa de la Plegaria eucarística permita a la asamblea rezar, hacer silencio interior y descubrir la presencia misteriosa de su Señor que se hace sacrificio redentor. Incluso si durante la celebración no se entienden bien algunas palabras, eso puede generar una atmósfera de recogimiento ante el misterio que se está realizando ante nuestros ojos.

Para ello no basta que sea una mera teatralización en la acción litúrgica, es verdad que algo de ello deberá tener, pero sobre todo el ministro lo lograra con la meditación frecuente hecha oración de las palabras que tiene que pronunciar en la celebración, tratando él mismo de ahondar en su significado, tratando de interiorizarlo, haciendo suya esta plegaria que lo unirá a la oración sacerdotal de Jesús el Señor para dejarse trasformar por El.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

 





“Epíclesis” o invocación al Espíritu Santo

En el libro de los Jueces (6, 37) Gedeón pide una señal a Dios de que por su medio va a salvar a Israel y le pide que moja el vellón que va dejar sobre la pradera toda la noche. A la mañana siguiente esta el vellón mojado y el resto de la era, seca; pero Gedeón insiste y le pide a Dios que va dejar el vellón durante la noche y que lo deje seco y el resto húmedo. Al día siguiente el vellón esta seco y la pradera humedecida por el rocío nocturno. Es una hermosa prefiguración de lo que el Señor realiza en los sacramentos en el momento de la epíclesis.

Es la invocación que hace la Iglesia para que el Espíritu Santo actúe en la economía sacramental, se realiza en varios momentos en la liturgia, pero especialmente en la de los sacramentos. Quizás una que llama mucho la atención es la del Sacramento del Matrimonio, que no se realiza sino hasta la solemne bendición que se hace dentro del rito de comunión (cuando se celebra el sacramento dentro la Eucaristía) después de la oración dominical, antes del rito de la paz y puede pasar desapercibida. El ministro dice: “Envía sobre ellos la gracia del Espíritu Santo, para que tu amor derramado en sus corazones los haga permanecer fieles en la alianza conyugal”. Y otra que llama la atención es la de la I Plegaria eucarística o “Canon Romano” en donde no hay una mención explicita al Espíritu pero el sacerdote dice: “Bendice y santifica esta ofrenda Padre, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti: que se convierta para nosotros en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado …”

Todos los sacramentos tienen epíclesis, así el bautismo la tiene en el momento de la bendición del agua, al final: “te pedimos Señor que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo descienda sobre el agua de esta fuente …” el ministro esta con las manos extendidas sobre la fuente. La confirmación en el momento de la imposición de las manos que realiza el Obispo sobre los candidatos y la fórmula del sacramento; en la Eucaristía esta antes del relato de la institución en las cuatro plegarias principales con el gesto de las manos sobre la oblata. En la Penitencia en el gesto de la imposición de las manos (al menos una) sobre el penitente y la fórmula sacramental. En la unción de los enfermos con el gesto de la imposición de las manos sobre el enfermo y la oración del sacramento que dice: “por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para libre de tus pecados te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. En el matrimonio como ya se dijo en la bendición solemne sobre los novios después de la oración dominical. En el sacramento del Orden con la imposición de manos del Obispo sobre el ordenando y con la plegaria de ordenación en los tres grados: episcopado, presbiterado y diaconado.     

La acción del Espíritu es fundamental en los sacramentos pues si bien el autor principal es el Señor Jesús, Sacerdote Eterno, el Espíritu colabora con El trasformando la acción del ministro en momento de salvación, trasformando la materia del sacramento en medio de salvación. San Agustín decía “la palabra se aplica al elemento, y se hace el sacramento”. Esta palabra pronunciada por el ministro, tiene su eficacia por la acción del Espíritu que la vivifica.

Hay gestos epicléticos que acompañan estos momentos, como son: el extender las manos sobre las especies eucarísticas, sobre la persona que va a recibir el sacramento, la inclinación profunda del celebrante.

El Espíritu nos prepara para recibir la gracia de Dios y también con su poder hace eficaz los gestos litúrgicos sacramentales para que realicen lo que significan “ex opere operato”. También nos permite acoger esa gracia y poder con ella dar testimonio del Señor en nuestra vida cristiana.