La
fidelidad como principio litúrgico
Esta
frase resume, con cierta elocuencia, una realidad en la que estamos
lamentablemente inmersos. Cada sacerdote tiene una forma particular de celebrar
la Santa Misa, y dicha forma, lejos de ser homogénea, está influenciada
por las particulares condiciones "pastorales" del entorno
del presbítero, así como su grado de formación intelectual
y teológico. Es así como muchos sacerdotes aprenden el "ars
celebrandi" de manos de sacerdotes fieles a la enseñanza de la
Iglesia, pero también existen muchos que son enseñados en la improvisación y la
excesiva repetición del axioma errado de la "cena eucarística no
sacrificial", y también muchos (la gran mayoría), que se han formado del
ejemplo de sacerdotes con los que han convivido, sin una guía clara, mediante
el autoaprendizaje de las formas sin una completa conexión con el fondo.
Cuando se
habla del ars celebrandi de la liturgia, se le asocia directamente al
rubricismo, es decir, un desmesurado apego a las normas sin contemplación del
fondo que las sustenta y las eleva a la esfera de lo sagrado. Sin embargo,
este ars celebrandi va mucho más allá de una norma o rúbrica del
rito, pues corresponde a una visión organizada y completa de la forma de celebrar
los ritos sagrados, comprendiendo principalmente el trasfondo de los ritos, es
decir, a la teología litúrgica que subyace y da sentido al ritual.
De tal
manera, el ars celebrandi es realmente una contínua profesión de Fe,
pues contiene en si mismo la doctrina de la Iglesia. De cierta forma, la
Liturgia permite mirar a través de ella toda la teología de la Iglesia, pues es
una manifestación concreta de lo que creemos (según el célebre principio Lex Orandi
- Lex Credendi).
El ars
celebrandi, en consecuencia, exige Fidelidad: Fidelidad
a la las formas establecidas en el Ordo Missæ, puesto que ellas son
fruto del desarrollo teológico del dogma; Fidelidad al canto sagrado y a la
belleza del culto tributado a Dios; Fidelidad en los detalles, ya que en ellos
demostramos nuestra preocupación por dar a Dios una alabanza digna de su Gloria
y Majestad, con sobriedad y sencillez. Y, por cierto, lo más importante: Fidelidad
en nuestras vidas, conformando nuestra vida de Fe con Cristo, de
manera de que lo que rezamos (lex orandi) y lo que creemos (lex
credendi) se manifieste plenamente en lo que vivimos (lex vivendi).
(Tomado de Sacram Liturgiam)