Con ocasión de una ordenación episcopal S.E.R Mons. Braulio Rodriguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España escribió este texto de mucha riqueza teológica, litúrgica y espiritual
Escrito episcopal para el domingo 15 de septiembre,
con ocasión de la ordenación episcopal de D. Ángel Fernández Collado
La benevolencia del Santo Padre y su preocupación por todas las Iglesias
tendrá una concreción en la Iglesia de Toledo el domingo 15 de septiembre,
cuando los Obispos presentes en la Catedral impongamos las manos sobre la
cabeza de D. Ángel Fernández Collado y sea ordenado Obispo Auxiliar de la
Archidiócesis. Entrará de este modo en el Colegio Apostólico con la autoridad
del Papa Francisco. Como Iglesia en Toledo os invito a dar gracias a Su
Santidad por D. Ángel; ayuda para mí y para vosotros. El ministerio episcopal
será, pues, ejercido por el nuevo Obispo en nuevos campos de acción pastoral.
Os pido vuestra oración ante el Señor por este hermano; os recuerdo que
el sacramento del Orden se confiere mediante la imposición de manos y la
oración. La imposición de manos se realiza en silencio, porque la palabra
humana enmudece en este momento. El alma del está siendo ordenado se abre al
silencio de Dios, cuya mano se alarga hacia él, hombre débil como todos, lo
toma para sí y, a la vez, lo cubre para protegerlo, de modo que sea propiedad
de Dios, le pertenezca del todo y le introduzca a los hombres en las manos de
Dios.
Como es lógico, a lo largo de mis 25 años episcopales, he ordenado con
otros prelados a unos cuantos Obispos; pero será la primera vez que presidiré
esta impresionante celebración, una vez haya sido leído el mandato apostólico
que nos permite la ordenación de D. Ángel. La oración que sigue a la imposición
de las manos es de una profundidad grande. La ordenación episcopal es en
realidad un acontecimiento de oración. Ningún hombre puede hacer a otro sacerdote
u obispo. Es el Señor mismo quien, a través de la palabra de oración y del
gesto de la imposición de las manos, asume a este hombre totalmente a su
servicio y lo atrae a su propio sacerdocio. Jesucristo mismo consagra a sus
elegidos. Él, Sumo Sacerdote, le concede la participación en su sacerdocio,
para que su Palabra y su obra salvífica estén presentes en todos los tiempos.
Quienes estéis en la Catedral o sigáis la ordenación por el Canal Diocesano,
fijaos el momento en el que, durante la oración consecratoria, se abre sobre el
candidato el Evangeliario, el libro de la Palabra de Dios. El Evangelio debe
penetrar en él, invadirlo, pues Cristo mismo es el Evangelio.
El consagrado debe ser colmado, pues, del Espíritu de Dios y vivir a
partir de Él. Debe llevar a los pobres el alegre anuncio, la verdadera libertad
y la esperanza que permite vivir al hombre y lo sana. La ordenación no es una
toma de posesión, de un poder que encumbra al Obispo. Su sacerdocio no es
dominio, sino servicio. Por eso se le pide al Obispo ordenado fidelidad, pues
se le ha confiado un gran bien, que no le pertenece. La Iglesia, como repetía
Benedicto XVI, no es la Iglesia nuestra, sino la Iglesia de Jesús, la Iglesia
de Dios. No atamos a los hombres a nosotros; no trabajamos para nosotros, sino
que conducimos a los hombres hacia Jesucristo y así al Dios vivo.
Al que es ordenado Obispo se le pide también la prudencia, que no es
astucia o dotes para engañar y persuadir; es una virtud que indica el primado
de la verdad como criterio de nuestra actuación. Unido a esto, el que sirve a
Jesucristo en el ministerio episcopal es bondadoso, según aquella parábola de
Jesús, en la que dice: “Siervo bueno y fiel…, entra en el gozo de tu señor” (Mt
25, 21.23). Bueno, en sentido pleno, es sólo Dios. Él es el Bien, el Bueno por
excelencia, la Bondad en persona. Por ello, en una criatura –en el hombre- el
ser bueno se basa necesariamente en una profunda orientación interior hacia
Dios. De ahí que la bondad crece en nosotros uniéndonos interiormente al Dios
vivo. Nos convertimos en siervos buenos mediante nuestra relación viva con
Jesucristo.
Para el nuevo Obispo Auxiliar, D. Ángel, pedimos al Señor fidelidad y
bondad, junto con la prudencia a la hora de gobernar según el estilo de
Jesucristo. A la Madre Dolorosa, que sufrió por la pasión y muerte de su Hijo y
por los pecados de los hombres, confiados también a su maternal intercesión, la
acompañamos hoy y la invocamos en la Iglesia de Toledo, para que el ministerio
episcopal del nuevo Obispo sea gracia y servicio del Señor.
+ Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo
Primado de España